Durante el verano, nuestros dispositivos digitales también bajan la guardia. La sensación de relajación, el aumento de la exposición personal en redes sociales y la desconexión de nuestras rutinas habituales crean el caldo de cultivo perfecto para los ciberataques más íntimos y despiadados: las sextorsiones.
Estos delitos no son nuevos, y no son solo para el verano, pero su frecuencia y virulencia se intensifican justo ahora, cuando las redes se llenan de imágenes vacacionales, relaciones nuevas y contenidos privados compartidos en momentos de confianza.
Lo estamos viendo claramente: en lo que va de junio, hemos recibido un 37% más de consultas vinculadas a chantajes con contenido íntimo que durante los primeros cinco meses del año.
¿Qué ocurre?
Varios supuestos. Desde la entrada en conversación vía redes sociales y se ceden imágenes de forma voluntaria, grabaciones de la intimidad que luego son reveladas, hasta que los atacantes acceden a la galería de fotos del móvil o a cuentas de almacenamiento en la nube, ya sea por malware, phishing o por simples errores humanos como contraseñas débiles, o mediante ingeniería social.
La extorsión está servida. Una vez dentro, extraen contenido comprometedor y amenazan con hacerlo público o enviarlo a familiares y contactos si no se paga una cantidad en criptomonedas, o en dólares americanos, o ahora muy de moda, mediante regalos, o mediante tarjetas de Amazon.
Pero lo más grave no es solo el robo de privacidad: es el impacto emocional devastador que este tipo de chantaje provoca. Vergüenza, miedo, ansiedad, bloqueo social… especialmente en jóvenes, pero también en profesionales públicos, figuras mediáticas y personas en situación vulnerable. Se coacciona y se amenaza con revelar a sus familiares que serán el hazmerreír, o les levantarán por los aires su vida de familia.
El patrón que se repite cada verano
Se incrementan las conexiones en redes Wifi inseguras (hoteles, playas, aeropuertos). Se publican más contenidos íntimos o ligeros de ropa, a menudo sin pensar en las consecuencias.
Hay más tiempo libre, más relaciones esporádicas y más “confianza digital” con desconocidos. Los dispositivos de trabajo se usan menos, y los de ocio, menos protegidos, toman el control.
Todo esto genera un aumento de oportunidades para los ciberdelincuentes.
¿Qué podemos hacer?
Llevamos años ayudando a víctimas con un enfoque integral. Recogemos evidencias digitales y trazamos la ruta del chantaje para facilitar la denuncia.
Activamos nuestro sistema onTRACKERS, que rastrea si las imágenes se están difundiendo en foros, deep web o mensajería cifrada. Brindamos acompañamiento legal, emocional y comunicativo, para que la víctima sepa cómo actuar sin entrar en pánico ni agravar la situación.
Además, colaboramos con Mossos d’Esquadra, Policía Nacional y Guardia Civil para aportar informes periciales que agilicen las investigaciones.
La vergüenza debe cambiar de bando
A las víctimas hay que dejar de pedirles explicaciones. El foco debe ponerse en los agresores, en quienes vulneran la intimidad ajena para obtener poder, dinero o control emocional. Y es urgente incorporar estos temas en la educación digital, tanto en las escuelas como en las empresas.
Porque el verano debe ser una temporada de descanso, no de pesadillas digitales. Y porque la intimidad, en cualquier estación del año, es un derecho, no una moneda de cambio.