Alberto Núñez Feijóo se destapó el martes anunciando que el Partido Popular iniciaría contactos para “escuchar” a los socios del Gobierno y tantearlos para presentar una moción de censura. La cronología de los hechos, y los hechos, dejan en evidencia al líder del PP.
Primero. La formulación llega tras la reunión de Feijóo con Santiago Abascal. Feijóo había afirmado hasta ese día que no la presentaba porque no le daban los números. ¿Por qué el cambio de opinión? ¿Para satisfacer a la extrema derecha?
Segundo. O quizá, el movimiento se debe a que este fin de semana se celebra el Congreso del PP y Feijóo quiere que las aguas que agita su íntima enemiga, Isabel Díaz Ayuso, no bajen en exceso revueltas.
Tercero. Puso al frente de los contactos a Miguel Tellado. Poner al frente al ahora número dos del partido, el nuevo secretario general, se antoja una broma de mal gusto porque es tanto como garantizar que la moción de censura muere antes de nacer. Tellado no es precisamente un estilista con mano izquierda.
Cuarto. Así lo demostró en los primeros minutos. Convocó una rueda de prensa sin haber contactado con los posibles aliados y se dedicó a insultarlos y no precisamente a convencerlos. Poner a Tellado a negociar una moción de censura con PNV y Junts es como poner a la zorra a cuidar a las gallinas.
Quinto. En esa rueda de prensa tardó cinco preguntas de los periodistas en decir que el PP no contactaría con Puigdemont. Intentó dejar la puerta abierta a este contacto pero, ante la insistencia de los periodistas, se cerró él mismo la puerta. A eso se le llama ser un crack.
Sexto. Este mero contacto con los independentistas solivianta al PP de Cataluña, que ha presentado una enmienda donde diga alto y claro que el PP no mantendrá relaciones, y no llegará a acuerdos, con los independentistas. Feijóo ya ha dejado claro que no hará ni caso a Alejandro Fernández, que sigue de presidente interino del PP catalán. Feijóo no convoca el congreso catalán porque lo va a perder, pero, mientras, ningunea a su líder catalán. No está ni de ponente ni le aceptará la enmienda.
Séptimo. Ante la reacción de Junts —que venga Feijóo a Waterloo a hablar con Carles Puigdemont— y del PNV —muy enfadado por las formas— se le vio el plumero al PP. No quieren moción de censura, quieren llamar colaboracionistas a los partidos que apoyan a Pedro Sánchez.
Octavo. Feijóo no cultiva relaciones. La amnistía y el catalán en Europa crispan a Junts. El palacete de París incautado por la Gestapo al PNV. Ninguno de los dos dará un paso a favor de Feijóo si para ganar la moción debe ir de la mano con Vox. Eso sería la tumba de ambos en Cataluña y en Euskadi.
Noveno. La moción duró menos de 24 horas. Feijóo solo perseguía una plataforma para acusar a los socios porque no entiende que no quieren apoyar a Sánchez por estar pringado por todo el conflicto, pero lo que no quieren es apoyar a un partido que no entiende de plurinacionalidad, uniformista y centralista.
Décimo. La marketiniana propuesta de moción de censura le sale bien a Feijóo. Llegará a su congreso diciendo que lo ha intentado pero que no tiene los votos. Que la culpa es de otros. Sin duda el líder del PP cierra sus posibilidades de ser presidente solo a Vox.
Por eso, y solo por eso, ha puesto a Tellado al frente del partido. Lo que pasa es que negociar con un dóberman se le va a hacer complicado a todos los partidos más conservadores, incluida Coalición Canaria y, quién sabe, Unión del Pueblo Navarro. Eso sí, en el congreso del PP saldrá victorioso porque la España una y no cincuenta y una le aplaudirá con fervor. Vamos, el Madrid DF.