Sobre un páramo sembrado de cráteres lunares se pasean las juventudes escuadristas, gritando Sánchez HDP. Nadie les ha dado vela en este entierro y mucho menos las señaladas 'Cien Familias' contratistas del Ibex 35 que proclaman la calma.
Los más osados han vandalizado 170 Casas del Pueblo, pero nadie los condena. El odio preside la confrontación entre los dos grandes partidos, mientras el tercero en discordia, Vox, asume la calle, se considera depositario del instinto de volver a empezar a base de insultos y frases cortas que resultan citables. Y a menudo risibles, como la propuesta de Abascal de “presentar una moción de censura contando con los diputados del Congreso que estén en contra de la corrupción”.
Si le quitas el eslogan, Feijóo no tiene discurso. Navega sin rumbo a contracorriente del pluralismo discursivo, que podrían vertebrar barones como Moreno Bonilla o dirigentes con estudios, como González Pons, a falta de un Enrico Letta, el democratacristiano dotado de cuajo liberal.
El actual PP no consigue conectar con los socios de Sánchez, ni cuando Sánchez está amortizado, como ahora. La oposición desdeña a la cámara legislativa, el santuario de la democracia. Y el prometedor Borja Sémper, confirma este déficit: “somos incapaces de reunir a los cuatro diputados, que nos faltan para una moción de censura, porque tenemos principios”. El partido de la Gürtel exhibe moralina.
Mientras los políticos caen en la trampa de las palabras, las Juntas de ofensiva adocenan la calle. Su furor intimida al vecino cuando oye hablar en contra de la casta instalada. Pero los instalados de hoy no son precisamente marajás; son el reflejo malva de tres amigotes grotescos, Abascal, Koldo y Cerdán, que reciben ahora la infamia a causa de la combustión voraz de su insolencia.
Pedro Sánchez no puede enderezar la nave porque no vive en el fruto de una experiencia sino en la experiencia misma. En España, la corrupción es consustancial a la política de Estado. La Ley que regula los contratos de obra pública se engarza indirectamente en las Cien Familias, el número aleatorio de las Acciona y compañía que satisfacen las mordidas de los perdularios.
Si los cien de arriba se abren en canal delante de un juez, la estructura piramidal de nuestra sociedad se derrumbará. Nadie se atreve. Medio PSOE vive entre la indolencia y el miedo. La patronal, CEOE, se desentiende; hace como los enciclopedistas flaubertianos, Bouvard y Pécuchet, que abrían un libro y a continuación lo cerraban, preguntándose ¿Para qué queremos leer?
El brillo del dinero fácil es demasiado poderoso. Sánchez lo sufre; Feijóo lo tiraniza; es el hombre del después, siempre aparece un instante después, no lidera ni precede. Así lo hicieron los políticos del procés en Cataluña, cuando Puigdemont o el mismo Artur Mas decían “es la gente la que nos pide que luchemos por la independencia”. Menudo morro.
Santos Cerdán deja una bomba de relojería en Ferraz. En la calle reaparece la praxis del pasamontañas y, en los despachos, todos se preguntan por la onda expansiva de las escuchas de Koldo.