La terapia de conversión es una actividad que se imparte por algunas iglesias. Estas prácticas intentan cambiar la orientación sexual de homosexuales y bisexuales. Son voluntarias. Nadie obliga a nadie a acudir. No estoy de acuerdo con esa pseudoterapia de conversión, pero no se impone a nadie. Y mucho menos es un delito de odio.

Esta mañana de domingo se ha concentrado un grupo de mujeres ante una iglesia al lado de mi domicilio, asustando a gente que salía de misa. Se manifestaban porque consideran una tortura y un delito de odio dicha terapia de conversión. Es decir, ni la más remota idea de lo que es un delito de odio y un profundo comportamiento de matón ante ancianos. Como he dicho, no estoy a favor de dicha terapia, pero estoy a favor de la libertad de culto y, sobre todo, del respeto a las personas mayores que eran los que salían de esa misa.

Me he limitado a subir las escaleras y grabarlas en vídeo delante de la policía, sin decir nada.
Al bajar las escaleras, una de ellas me ha impedido el paso intentando golpearme con un tambor. Como era de suponer, y dado mi volumen, la tamborilera engorilada ha salido despedida al lado contrario.
En 1 minuto de reloj se han disuelto.
¿Y la gloriosa policía autonómica? Ahí, mirando, luciendo bíceps y postura, “as usual”.

Vaya por delante que la tendencia sexual de cada uno me ha importado nada y menos toda la vida. Veraneando en Sitges desde muy joven, o eras tolerante o no podías residir en esa población.

La ONU está formada por 193 países. Hay 64 jurisdicciones en el mundo que castigan la homosexualidad con penas de prisión. Entre ellos, 62 pertenecen a la ONU. En esos Estados, las penas van desde la prohibición sin más, hasta la pena de muerte. Entre estos últimos figuran Mauritania, Nigeria, Somalia, Afganistán, Brunéi, Irán, Pakistán, Catar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
En Gaza, territorio palestino, la homosexualidad es ilegal para los hombres. Es decir, el 33 % de los Estados mundiales sigue castigando la homosexualidad. Es un porcentaje altísimo e intolerable.

No acabo de entender el motivo por el que estas manifestantes no son más consecuentes y, en lugar de asustar a ancianos, han ido a montar su espectáculo delante de la Delegación de Palestina en España, en el n.º 20 de la Avda. Pío XII de Madrid, o en la Avda. Sarrià, n.º 27 de Barcelona, sede del consulado de Pakistán en Barcelona.

También pueden aprovechar las subvenciones para ir a luchar de forma más activa en los países que condenan con la muerte a los homosexuales, sean del género que sean. Demostrarían la valentía de la que en esta ocasión han carecido.

Si hoy una sola persona, sin decir nada, ha defendido, sin miedo y con éxito, sus creencias y su fe ante un grupo de personas incultas y desinformadas, ¿qué es lo que no podrían hacer las valientes de hoy en esos países que castigan la homosexualidad?

El pastor protestante Martin Niemöller, refiriéndose a los nazis, dijo: "Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí."