Hablar del orgullo de España y de ser español cuando, día tras otro, se suceden los escándalos y las corruptelas es, probablemente, quijotesco. Pero el excelente homenaje que Roland Garros ofreció a Rafael Nadal debería hacernos reflexionar más allá de las filtraciones, grabaciones e imputaciones con las que nos desayunamos, y a las que ya nos hemos hecho inmunes.

El 14 veces vencedor de Roland Garros ha sido definitivamente adoptado por Francia. Hace un año, fue épica su posta con la antorcha olímpica en la inauguración de los Juegos de París, un no francés arrancando el camino final al pebetero, flanqueado por los iconos olímpicos Carl Lewis y Nadia Comaneci, en un país que cuenta con más de 800 medallistas olímpicos.

Pero ha sido aún más sublime el homenaje sobre la tierra batida de la Philippe-Chatrier, la pista central del torneo, en la que ha quedado para siempre inmortalizada su huella, algo que no se ha hecho para ningún tenista del mundo. No creo que tarden mucho en concederle la Legión de Honor, condecoración que ya poseen Indurain o Almodóvar, lo mismo que en el pasado la tuvieron Albéniz o Sorolla. Francia no tiene ningún rubor en adoptar la excelencia, y hace bien, muy bien.

Por el contrario, en España le hicimos una despedida sosa en la última Copa Davis celebrada en nuestro país, y ni el torneo Mutua Madrileña, que ganó 5 veces, ni el Godó, 12 victorias, han sabido estar a la altura.  Respecto a condecoraciones, los españoles ni sabemos cuáles tenemos. La gran Cruz de Carlos III es nuestra máxima condecoración civil, pero estoy convencido de que la gran mayoría de conciudadanos confundirán la banda de la misma con la bandera de Argentina, pues los colores son los mismos.

No deja de ser curioso que, desde el 28 de diciembre de 2021, D. José Luis Ábalos goza de tamaña distinción, lo mismo que D. Pablo Iglesias o Dña. Irene Montero, porque el Gobierno tiene a bien concederla a cualquier exministro por sus servicios a la Corona de manera casi automática. Pero Rafael Nadal, o tantos y tantos españoles ilustres, ni está ni se le espera en la lista de candidatos a la misma. En la siguiente condecoración por rango, la de Isabel la Católica, nos encontramos curiosamente con actrices, como Marisa Paredes o Concha Velasco, pero tampoco es que seamos especialmente generosos reconociendo a ciudadanos ejemplares. Con todo el respeto a quienes tienen una u otra condecoración, creo que algo ha hecho Nadal por la imagen de España en el mundo.

Más allá de honores y medallas, también sorprende la ausencia de autoridades españolas en el homenaje a Nadal, ni una. Tampoco ha habido eco del reciente acceso al “hall of fame” de la FIBA de Gasol. Los valores de superación y esfuerzo de estos atletas excepcionales parecen no interesar a unos políticos embarrados y pendientes solo de lo suyo y de quienes les rodean.

Nunca nos hemos creído nuestro país, el segundo más extenso de la Unión Europea, el creado hace más años, el que ha influido más en el desarrollo de la historia occidental, el que tiene más catedrales… Por el contrario hablamos de Estado plurinacional, compramos la leyenda negra de manera acrítica, nos avergonzamos de nuestras costumbres… No nos queremos, y por eso no nos respetamos. Así es “normal” que otros valoren a nuestros compatriotas excelentes mucho mejor que nosotros mismos. Así nos va.