Los católicos tienen un nuevo dirigente máximo, León XIV, tras el fallecimiento del anterior, Francisco. Terminada la elección, los telediarios y algunos medios informativos recuperan el sentido de la actualidad y vuelven a dar más noticias que las relacionadas con el papado.

De momento el tema es sustituido por Eurovisión, aunque es posible que haya suerte y en algún momento encuentren más espacio para denunciar el genocidio que, con la biblia en una mano y el volante de un tanque en la otra, se está produciendo en Gaza.

Se quiera o no, el Dios al que se encomienda León XIV es el mismo que utiliza Netanyahu para justificar las muertes que causa el Ejército de Israel. Y el mismo también que invocan los yihadistas. El mismo Dios en cuyo nombre se despacha el obispo de Alcalá.

Pregunta retórica: ¿para ser obispo conviene carecer de empatía y es recomendable tener escasa formación científica?

De ese asunto de Dios no hay apenas referencia en los informativos. Será que los informadores no acaban de comprenderlo. No sería de extrañar.

Si matar en nombre de una religión que expresamente lo prohíbe es difícilmente comprensible, lo visto en el cónclave tampoco ayuda a entender cómo funciona la fe.

Para empezar: la Iglesia católica promueve un mensaje de pobreza. Pero los cardenales que acudieron a Roma vestían todos ropajes de alta gama y más alto precio, además de adornarse con pedrería, anillos y cruces que no parecían de latón.

Cuando el Vaticano II abrió la puerta al traje talar, se comentó que la sotana (y los hábitos de las órdenes religiosas) enlazaba con una larga tradición.

Prescindiendo de la falta de pruebas sobre la existencia, no ya de Dios sino incluso del personaje que protagoniza los Evangelios, ninguna de las tradiciones conocidas vincula a Cristo ni con bonetes ni con casullas ni con estolas ni con el color morado de los cardenales. Mucho menos con el boato que se gastan.

Tampoco con las vestimentas impolutamente blancas del nuevo papa elegido. Al menos con el corte actual.

Ya de paso: tanto en el funeral de Francisco como en la entronización de León XIV se ha echado en falta una representación de los pobres del mundo, porque  los bancos de la iglesia estaban reservados para los dirigentes de las naciones. No es de extrañar, la Iglesia tiende a entenderse mejor con los poderosos, dejando los márgenes para los débiles. Que enciman visten fatal.

Dato grotesco: ¿por qué el rey de España acudió vestido de militar? ¿Signo de los nuevos vientos de guerra que sacuden el mundo, con especial virulencia en oriente medio y Ucrania?

Los cardenales se reúnen en el Vaticano y son encerrados con llave para que no se comuniquen. ¿Por qué? Ése es un misterio casi tan grande como el de la Trinidad o el de la capacidad del obispo de Roma para hablar ex cátedra, es decir, sin posibilidad de equivocarse.

La decisión última se produce, dicen creer los católicos, por inspiración del Espíritu Santo. Si es así y dado que es omnisciente, ¿por qué no acierta a la primera?

Y ya de paso, si al final se va a hacer la voluntad de Dios, ¿dónde queda la voluntad de todos y cada uno de los miembros del colegio cardenalicio?

Claro que esta cuestión entronca con otra más general: si Dios conoce todo, presente, pasado y futuro, ¿qué espacio hay para la libertad de los individuos? Ninguno de ellos puede tener un comportamiento diferente del que ya conoce la divinidad.

Pero si no hay espacio para la libertad, ¿dónde queda la responsabilidad moral de cada persona? Al final hace lo que hace porque Dios lo ha querido y permitido.

Ya puestos, desde sus primeros discursos, León XIV ha animado a sus correligionarios a un apostolado misionero. Es decir, a intentar convertir a los no católicos (y a algunos que se dicen católicos) al cristianismo. ¿Qué dirían los abogados esos que se autodenominan cristianos si los ateos hicieran un llamamiento a extender la incredulidad y a convencer a los creyentes de que viven en un error total?

Muchos comentaristas han escrito sobre las perspectivas de cambio del papa anterior y del presente. Miembros ambos, se supone, del sector progresista de la Iglesia. Tal vez, pero sigue siendo un club que discrimina claramente a las mujeres. Eso sí, con la aquiescencia de buena parte de sus miembras y de la casi totalidad de sus miembros. Incluidos los que se visten con algo que recuerda la falda. Hasta el obispo de Alcalá oculta si lleva pantalones.