Hay que venir a Barcelona a robar, no sé a qué esperan los cacos de todo el mundo para trasladarse a este paraíso. En Barcelona, te pillan robando en el metro y sale una señora a defenderte, a gritar que te suelten y a exigir te dejen continuar con tu trabajo. Esto es jauja. Para los ladrones, claro, otra cosa es para quienes no solemos apropiarnos de lo que no nos pertenece.
Un lugar en el que los ciudadanos deban organizarse en patrullas para evitar los robos en el metro ya es un sitio al que mejor no ir de vacaciones. Si, encima, ahora hay también ciudadanos que se organizan para que continúe habiendo robos, lo mejor que podemos hacer es huir de este lugar como de la peste.
Al final, los carteristas van a tener difícil ejercer en el metro de Barcelona. No porque haya mucha vigilancia, sino porque dentro de poco habrá auténticas peleas entre bandas. Es decir, peleas entre quienes pretenden detener a los ladrones y quienes quieren que éstos sigan sisando alegremente carteras y relojes.
Los vagones del metro serán testigos de cruentas batallas entre unos y otros, armados con palos, cadenas y puños americanos. Pronto el metro barcelonés va a parecer el Bronx neoyorquino, para desgracia de los honrados ladrones.
-Oigan, hagan el favor de dejar de pelearse, o por lo menos háganlo fuera del metro, que yo he venido aquí a robar carteras y con este escándalo no hay quien se concentre. Que uno es un profesional.
Si todavía no han empezado estos enfrentamientos es solo porque los defensores de los ladrones aún no se han organizado. De momento van por libre, como esa señora que se ha hecho famosa por hostigar a quienes querían echar del vagón a una ladronzuela. En poco tiempo, formarán grupos que van a patrullar por el subsuelo de Barcelona a la búsqueda de los que persiguen a los rateros.
Los ladrones deberán acostumbrarse a esa idiosincrasia barcelonesa, seguro que jamás llegaron a imaginar que existiría una ciudad en la cual su noble arte no solo no sería perseguido, sino que incluso sería protegido y quien sabe si, más delante, subvencionado.
Si antiguas profesiones como los cetreros, los cesteros, los zoqueiros o los ebanistas reciben ayudas por parte de la administración para que no se pierdan, por qué no han de recibirlas los cacos, cuyo oficio se remonta a los inicios de la civilización.
De momento esos profesionales todavía se sorprenden, es natural, no están acostumbrados a ser defendidos por otros viajeros, cuando son pillados in fraganti. La pobre carterista que el otro día fue protegida de forma vehemente por una pasajera, debió de quedar la mar de asombrada de que en Barcelona haya chaladas que campan por el metro sin tutor legal que las acompañe.
Quizás hasta un poco asustada, “que querrá de mí esa loca que me defiende ante la gente honrada” -debió pensar- “a ver si quiere que me liberen para después robarme lo que con tanto esfuerzo he ganado durante la jornada”. Los ladrones son así de desconfiados, llevan muchos siglos padeciendo el menosprecio de la sociedad.
-¡Dejadla en paz, que se está buscando la vida! - aullaba la viajera, molesta con quienes querían echar del vagón a la carterista.
La vida la buscaba en carteras y bolsillos ajenos, que ya son sitios raros donde localizarla. Como tardaba en encontrarla, seguía insistiendo en otros bolsillos, y si mientras buscaba la famosa vida sus manos topaban con un reloj, una cadena o un billetero, lo cogían también, que andar buscando la vida no significa despreciar otros hallazgos casuales. Todo el día buscando la vida, sin descanso. Viva la vida, si buscarla sirve para hurgar en pertenencias ajenas.