La semana pasada, por recomendación de un amigo obsesionado con The White Lotus, me zampé de un tirón las dos temporadas de Enlightened (Iluminada), una serie de HBO creada por el mismo director, Mike White, en 2011. Para mi sorpresa, la serie, que en su día pasó totalmente desapercibida, me ha parecido mucho más interesante y divertida que The White Lotus, y por momentos me recordó a The Office (versión americana, por supuesto), una de mis series favoritas de todos los tiempos.
¿Por qué? Porque, avanzándose a los tiempos, tanto la una como la otra se ríen de las absurdidades de la cultura corporativa, el adormilamiento del ciudadano occidental y el impacto de las tecnologías de la información en nuestras vidas.
La protagonista, Amy (Lady Dern), encarna una ejecutiva de compras de una multinacional de productos de gran consumo que sufre una crisis nerviosa cuando, justo después de tener una aventura con su jefe, es transferida del departamento de productos de salud y belleza a los de limpieza del hogar, lo que ella vive como una degradación.
Como si dedicar nueve horas al día durante toda tu vida a buscar formas de producir rímel o champús de forma más económica fuera más gratificante, o importante, que fabricar detergente lavaplatos.
Para calmar su ansiedad, Amy decide realizar un retiro espiritual en Hawaii —yoga, meditación, terapia, libros de autoayuda sobre cómo lograr la felicidad, etc, etc. —que le cuesta una fortuna (la industria del wellness es un negocio como cualquier otro) pero que supuestamente la convierte en una persona buena y compasiva, dispuesta a cambiar el mundo en positivo. Por ejemplo, trabajando en un asilo para personas sin hogar, algo que Amy descarta de inmediato al descubrir el salario que cobraría.
Amy, pues, opta por permanecer en el puesto que le ofrece su antigua empresa al regresar de Hawaii, aunque por principios le parezca horrible: desarrollar una app para monitorear los movimientos de cada trabajador de planta, controlando así sus niveles de eficiencia y productividad, y dando motivos cuantificables a la Dirección para despedirlos.
“¿No es eso tratar a las personas como conejos?” Amy es la voz incordiante que muchos de nosotros nos callamos cuando vemos una injusticia en nuestro entorno laboral, por temor a perder nuestro empleo. Pero Amy también encarna nuestro “yo” narcisista, tan propio de la era Instagram. Queremos dejar de ser banales, queremos hacer algo por el mundo para sentirnos bien, pero, por encima de todo, queremos sentirnos protagonistas.