La estabilidad es un bien ansiado. Más que nunca lo es cuando no se tiene. Aunque parezca lo contrario no les voy a hablar de la estabilidad eléctrica, sino de la política. ¿Qué es la estabilidad? Salvador Illa quiere estabilidad. También la sociedad catalana. Y, como no, la patronal. El empresariado catalán quiere que esa estabilidad se concrete en menos impuestos, un sistema fiscal menos agresivo, sin regulaciones que considera extemporáneas, léase regulación alquileres de temporada.
En resumen, la estabilidad que buscan los empresarios no es la estabilidad de Illa que consigue mantener los equilibrios con los partidos de izquierda que apuestan por otra estabilidad. Ciertamente no es la del mundo empresarial que suspira por acuerdos con Junts per Catalunya.
Sin embargo, Junts no está por la labor. Su estabilidad es la ausencia de estabilidad. No están por la labor ni en Cataluña ni en Madrid, aunque en Madrid DF los de Puigdemont están adquiriendo una pátina de “partido amigo” por incomparecencia del PP. Allí donde eran menospreciados, insultados y atacados sin remisión, ahora son la sensatez, la cordura y el único apoyo serio y consecuente para aquellos que quieren dinamitar la propuesta de reducción de la jornada laboral.
Y, si es posible, hacer caer al ejecutivo. La estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez, que siempre goza de una mala salud de hierro por errores propios -demasiados- y por la ineficacia de los ataques continuos y sin sentido del PP, no es la estabilidad que ansían los empresarios.
Por eso, se suspira por un acuerdo de “estabilidad” entre PSOE y PP. A mí se me antoja que esto no es estabilidad, es comodidad para un mundo empresarial que preferiría enviar al rincón de pensar a las fuerzas de izquierda que se presentan como lo peor. Como ven, la estabilidad es cambiante en función del color del cristal con el que se mire.
Por ejemplo, todos los indicadores económicos son positivos. El paro está por debajo del registrado en los peores momentos de 2008. La inflación controlada y los organismos internacionales elogian la capacidad de resistencia de la economía española, la única europea que tira del carro a pesar de los aranceles de Trump y del hundimiento de la locomotora alemana.
Eso no significa que todo vaya bien, que la estabilidad esté garantizada, pero sin duda hay estabilidad. Incluso para ese mundo empresarial que suspira por un Gobierno menos de izquierdas y más acorde con sus postulados.
En Barcelona, también hay estabilidad. Jaume Collboni tiene un gobierno estable en minoría. Y la cosa seguirá así, porque los que no son estables son los posibles socios de Esquerra Republicana. El revolcón que se llevó Junqueras en las elecciones internas que tumbó a sus partidarios es colosal. 14 votos marcaron la diferencia. Acabó con la estabilidad interna de un partido que sigue retozando en su crisis y puso punto y final a una posible mayor estabilidad en el Gobierno municipal porque ganaron los que no quieren saber nada con los socialistas. La foto de la unidad en el congreso entre Creu Camacho y Oriol Junqueras fue tan patética que evidenció una ruptura de calado.
Como ven, la estabilidad es un divino tesoro. En España, Cataluña y Barcelona hay estabilidad aunque precaria, sobre todo, porque no hay alternativa creíble. En Madrid sí la hay porque el gobierno de Ayuso está arropado por la política, por la economía y por los medios de comunicación. Seguro que la izquierda no piensa lo mismo. Es la estabilidad del Madrid DF, un modelo que se quiere exportar a todos los territorios díscolos, incluido el Gobierno de la nación. Y si para eso es necesario blanquear a Junts, se blanquea.
Llegará el momento en el que los indultos o la amnistía dejarán de ser criticados y se guardarán todos los augurios que vaticinaban la ruptura de España. Ese “España se rompe” tan recurrente. Los mismos argumentos que se utilizaron para erosionar a Sánchez o a Illa irán a parar al baúl de los recuerdos. Veremos el momento en el que el PP dejará de utilizar a Junts contra Sánchez porque será el mejor aliado de Feijóo y de los que anhelan una estabilidad al servicio de sus intereses. Lo dicho, ya tendrán su divino tesoro. Su estabilidad.