En materia económica, los dirigentes de los distintos países deben aprobar dos exámenes: el de los electores y el de los mercados financieros. En ambos, está en juego la continuidad del gobierno. El primero es único, elaborado por aficionados, tiene fecha fija y suele convocarse cada cuatro años. No obstante, el alumno posee la opción de adelantarlo, si así lo considera conveniente. El segundo consta de múltiples pruebas, es confeccionado por profesionales y tiene carácter sorpresa.

Los votantes suelen suspender a sus gobernantes cuando su poder adquisitivo disminuye debido a un súbito y elevado aumento de la inflación, les es muy difícil encontrar un empleo, tienen miedo de perder el que actualmente poseen y obtienen iguales o menores prestaciones públicas, aunque pagan bastantes más impuestos que antes.

En ocasiones, los examinadores no son justos, pues suspenden a los que lo han hecho bien y aprueban, o incluso ponen un notable, a los que han cometido diversos errores clamorosos. Así sucede cuando no distinguen los problemas económicos generados por la gestión del gobierno de la nación de los provenientes de una adversa coyuntura internacional.

También cuando confunden un gran auge económico con una bonanza efímera. Entre los primeros está Biden (2021 – 24) y entre los segundos Zapatero durante su legislatura inicial (2004 – 08). En las últimas elecciones presidenciales, al Partido Demócrata le paso una onerosa factura la elevada inflación generada por el gran aumento del precio de diversas materias primas energéticas y agrícolas. Un incremento del que no era culpable el último presidente, sino la guerra entre Rusia y Ucrania.

El rechazo de los mercados

En marzo de 2008, España estaba sentenciada a pasar por una larga y dura crisis. Había estallado una burbuja inmobiliaria, el país vivía muy por encima de las posibilidades y en los años anteriores Zapatero había despilfarrado un gran aumento transitorio de la recaudación en la disminución de los tipos del impuesto de sociedades, del IRPF y en la desaparición del gravamen de patrimonio. No obstante, como casi nadie notaba aún en sus bolsillos el tsunami económico que estaba a punto de llegar, los electores volvieron a confiar en el líder socialista.

Los mercados financieros rechazan la gestión de los gobernantes cuando creen que sus políticas van a generar una elevada inflación, una recesión o ambos resultados al unísono.

Les suspenden cuando deciden vender masivamente las acciones de las principales compañías del país, títulos de deuda pública y privada o la divisa nacional.

La primera actuación augura un retroceso de la inversión empresarial, la segunda comporta un sustancial aumento de los tipos de interés y la tercera constituye una muestra de su desconfianza sobre el futuro económico del país. Algunos inversores y directivos se manifiestan públicamente en contra de la política del gobierno. No obstante, la mayoría calla y muestra su oposición a las medidas adoptadas con sus operaciones en los mercados bursátiles, de renta fija y divisas.

O cambio o dimisión

El suspenso otorgado por los mercados financieros suele tener dos importantes repercusiones: conduce a la dimisión del primer ministro o presidente del país o le obliga a realizar un cambio radical en su política económica. El primer caso sucede cuando los principales dirigentes del partido político pierden la confianza en su líder. Le dimiten varios ministros de su gabinete, numerosos diputados de su formación le piden su renuncia y amenazan con apoyar en el Parlamento una moción de censura contra él, sino deja su puesto.

Un ejemplo de ello lo ofreció Liss Truss, la primera ministra más efímera del Reino Unido desde 1834. En dicho puesto, solo duro 45 días, desde el 6 de septiembre hasta el 20 de octubre de 2022. El motivo de su dimisión fue la presión efectuada por su propio partido debido a la disparatada política económica efectuada.

Ni el cese de su ministro de Economía ni la anulación de la práctica totalidad de las medidas inicialmente adoptadas le sirvió para mantener su cargo, pues sus colegas consideraron irrecuperable la confianza perdida en su capacidad de gestión. A pesar de su juventud (47 años en 2022), su carrera política debe darse por finiquitada.

En una economía caracterizada por la existencia de recesión, elevada inflación y considerable déficit público, Liss Truss se olvidó del pragmatismo y tiró de ideología. Por un lado, impulsó la mayor rebaja de impuestos a las familias desde 1972. Por el otro, proyectó un aumento del gasto de la Administración por un mínimo de 115.000 millones de libras para reducir la factura energética de hogares y empresas.

El caso de Reino Unido

En un país, donde el desequilibrio presupuestario ya era un importante problema, Liss Truss efectuó una política que aseguraba la obtención de menos ingresos y más gastos. Una coyuntura donde aumentaría la emisión de deuda pública y tendría lugar la sustitución de una elevada inflación generada por la oferta por otra proveniente de la demanda. El resultado fue la mayor depreciación de la libra respecto al dólar de los últimos 37 años, un gran aumento del tipo de interés del bono a 10 años y una abrupta caída de la Bolsa de Londres.

Un ejemplo de cambio radical de política económica será el próximamente efectuado por Donald Trump. Estén preparados, pues donde dijo digo, pronto dirá Diego. El motivo son unas medidas escasamente reflexionadas generadoras de un elevada incertidumbre en el país.

Hasta el momento, han disparado las importaciones para evitar las futuras restricciones a la entrada de productos extranjeros y amenazan con aumentar sustancialmente la inflación.

El resultado ha sido un cambio de tendencia de la economía de EE.UU. En pocos días, ha pasado de una gran expansión al peligro de entrar en recesión. En el corto plazo, el problema está en el elevado aumento de las importaciones. Un poco más allá, en la errática política económica de Trump, que hoy quita un arancel, mañana pone otro y pasado no sabe lo que hará. La incertidumbre económica retrae el gasto de las familias y la inversión de las empresas y perjudica notablemente al PIB.

EEUU se desinfla

Un ejemplo de lo anteriormente indicado lo ha ofrecido la Reserva Federal de Atlanta. Según sus estimaciones, entre el 31 de enero y el 4 de marzo, el PIB ha pasado de crecer a un ritmo del 4% anual a disminuir un 2,8%. Probablemente, un empeoramiento exagerado derivado del elevado crecimiento de las importaciones, pues éstas restan en el PIB. Un impacto que desaparecerá en los próximos meses, tanto si se aplican los nuevos aranceles prometidos por Trump como si hace un cambio radical de su política comercial.

No obstante, si cumple con lo prometido, la tasa de inflación aumentará porque los productos extranjeros serán más caros por los aranceles y los nacionales por la disminución de la competencia. Asimismo lo hará el déficit público debido a la reducción de la recaudación derivada de la bajada de los tipos impositivos de los tributos sobre la renta y las empresas.

Ambos factores conducirán a un incremento de los tipos de interés de la Reserva Federal y probablemente a la aparición de una recesión duradera. A ella también contribuirá la reducción de los beneficios obtenidos por las empresas exportadoras debido a las barreras comerciales creadas por la Unión Europea, China y otros numerosos países. También el elevado aumento del desempleo derivado de la disminución de las ventas de numerosas multinacionales de EE.UU.

La anterior coyuntura probablemente sea la que empiezan a descontar los mercados financieros. En concreto, los inversores bursátiles, en renta fija y en divisas. Desde la toma de posesión de Trump hasta el 13 de marzo, el S&P 500 ha bajado un 8,9%, el Nasdaq 100 lo ha hecho un 10,3% y la cotización del dólar con respecto a la moneda única europea ha descendido desde 0,973 a 0,921 $ por euro.

Inversores decepcionados

No obstante, el tipo de interés del bono a 10 años ha descendido desde 4,572% al 4,296% debido principalmente a la consideración de la deuda pública como activo refugio en tiempos de incertidumbre económica. Por eso, su evolución ha sido similar a la del tipo de dicha deuda a 1, 3 y 5 años.

En definitiva, en pocos días, Trump ha decepcionado a muchos de sus seguidores y a casi todos los inversores. En primer lugar, por sus improvisaciones. Los aranceles han aumentado y disminuido de un día para otro. En ocasiones, por la respuesta de otras naciones y a veces por un aparente simple cambio de estado de ánimo del presidente.

En segundo, por una incorrecta concepción de Trump de la política comercial. No es un juego de suma cero, sino positivo o negativo. En otras palabras, para que un país mejore, no es necesario que el otro empeore, pues ambos pueden aumentar su PIB si las exportaciones e importaciones lo hacen a la vez. Así lo demuestran los resultados obtenidos por las distintas rondas comerciales bajo el amparo del GATT.

En tercero, por la desaparición de su imagen como buen gestor económico. En el momento actual, una sustancial parte de los medios de comunicación internacionales lo reflejan casi como una adolescente que juega diariamente al Monopoly y al Risk. Además, en su país ha dilapidado rápidamente la herencia de su antecesor. Biden le dejo una país en plena forma y él lo está llevando a toda velocidad a la recesión.

Sin posibilidad de reelección

Por los tres motivos anteriores, los mercados financieros le han suspendido. Dada su experiencia en el mundo de los negocios, debería saber que su nota no mejorará si no hace un cambio radical en su política económica. Por eso, el mejor consejo que le pueden dar sus asesores, es seguir el ejemplo de Clinton.

Un gran amigo le dijo si quieres lograr la relección, deberás ganarte a Wall Street. Para conseguir el anterior objetivo, has de nombrar a uno de los suyos como Secretario del Tesoro y darle completa libertad. En otras palabras, permitir que efectúe una política económica que agrade a los inversores financieros. Así lo hizo y, en los comicios de 1996, venció claramente al candidato republicano, Bob Dole.

Trump no puede aspirar a la reelección, pues en EE.UU un presidente no puede estar en la Casa Blanca más de dos legislaturas. No obstante, si no quiere pasar a la historia como una horrible gestor económico y tener un mandato muy difícil, le conviene hacer caso a Wall Street. En otras palabras, dejar sus caprichos a un lado y convertirse en un político pragmático.

Los banqueros, los gestores de los fondos de inversión, los directivos y los accionistas de las principales empresas de EE.UU no se van a quedar de brazos cruzados ante las actuaciones de un presidente que puede hacerles perder muchos millones de dólares. Un patrón de barco que no sabe a dónde va y se empeña en navegar en dirección contraria a la que sopla el viento.