La historia del mundo empresarial ha estado marcada, casi desde su concepción, por la adaptación al entorno como principio básico para la supervivencia y el éxito.

Es por ello por lo que la integración de la mujer al ámbito laboral hace ya algunas décadas, así como su ascenso a las funciones directivas, ha permitido concebir un modelo social y económico mucho más pleno, innovador y competitivo a nuestro alrededor.

En el contexto actual, nadie niega la idea de que las compañías con una presencia equilibrada en sus cúpulas tienden a mostrar una mayor resiliencia y capacidad de acción frente a los desafíos y las oportunidades que presentan los mercados.

Así lo puso de manifiesto, por ejemplo, un paradigmático estudio global del Peterson Institute for International Economics, que concluyó hace ya diez años que las organizaciones con al menos un 30% de mujeres ejecutivas obtenían un 15% más de beneficios.

Lejos de caer en la complacencia, en estos días, en los que tenemos tan presente el papel de la mujer en la esfera profesional, estamos también invitados al análisis crítico. A situar la vista en el momento que vivimos y en los retos que quedan pendientes.

En este aspecto, no puedo evitar destacar las conclusiones que nos ha dejado el informe El rol de la mujer en la empresa española, elaborado por el Colegio de los Registradores, que retrata —a partir de los datos del Registro Mercantil— la situación empresarial de nuestro país desde una perspectiva de género.

Según el estudio, el 65% de las empresas españolas no cuenta en la actualidad con mujeres en los órganos de administración. Este hecho se ve acentuado en el ecosistema de las pymes, mayoritarias en el tejido del país, en el que únicamente dos de cada ocho puestos de dirección están ocupados por mujeres.

La presencia femenina en este ámbito en lo que refiere a las grandes empresas empeora: solo el 17,8% de directivas en 2024. 

En el caso concreto de Cataluña, los datos también ofrecen conclusiones reveladoras. El último informe de indicadores de igualdad publicado por la Cámara de Comercio de Barcelona señalaba que las mujeres representan el 33% de las altas direcciones y gerencias en las empresas catalanas, un 6% menos que hace cinco años. Este dato dibuja un claro estancamiento que sitúa en el umbral del tercio el techo de cristal en el territorio. 

Otro aspecto inquietante de nuestro panorama laboral es el de la diferencia salarial. Hace apenas unos días conocimos el estudio presentado por el Instituto de las Mujeres que revelaba que Cataluña se encuentra entre las cinco comunidades autónomas con peores índices en esta materia, con una variación media de salario entre hombres y mujeres del 19,51%, que se estima por encima de los 5.000 euros anuales. 

Las dificultades en este aspecto se acentúan, según el documento, en los grupos de mujeres menores de 20 años (28,6%) y mayores de 65 (25,5%), lo que evidencia los obstáculos de las primeras para consolidarse dentro del mercado laboral y la debilidad de las segundas en relación con los rendimientos que obtienen tras su jubilación. 

Más allá de indicadores cuantitativos, existe una dimensión intangible y también decisiva que señala la conveniencia de una reformulación de la cultura corporativa en otros aspectos de relevancia.

La presencia femenina en posiciones de liderazgo tiende a transformar la naturaleza interna de las organizaciones, dotándolas de dinámicas más flexibles en materia de conciliación laboral, formación interna o ética de los negocios, aspectos que hoy definen la reputación de una marca tanto como su cuenta de resultados. 

Los registradores, desde nuestra posición de servidores públicos, asumimos la responsabilidad de ser agentes activos en esta misión transformadora.

En primer lugar, contribuyendo a la visibilidad de una realidad compleja y de su evolución, apoyándonos en un registro mercantil que juega un papel esencial a la hora de impulsar la transparencia en la composición de las áreas de decisión de las empresas. Y también apostando por la investigación rigurosa y la certeza de los datos

El emprendimiento de las mujeres supone una valiosa clave de bóveda para la economía catalana del futuro. La fortaleza de nuestro tejido empresarial y de nuestro bienestar social pasa por apuntalar el marco de oportunidades en el que queremos que se desarrollen las generaciones próximas.

Siempre valdrá la pena hacerlo, para que cualquiera pueda brillar y explotar su potencial sin condicionantes.