A principios de febrero publicaba en estas páginas un artículo muy crítico con el presidente Pedro Sánchez y su forma de negociar, a cuenta del trágala de Puigdemont con el decreto ómnibus sobre pensiones y transporte. En aquella ocasión ganó Puigdemont y Sánchez salvó la situación arrastrándose. Lo de Feijóo fue todavía más ridículo votando a favor del decreto después de tumbarlo. Titulaba esa pieza “Puigdemont 1 – Sánchez 0”. Hoy me limito a comentar la remontada de Sánchez.

Parecía todo perdido. Sin acuerdo en materia de inmigración y con la moción de confianza a punto de ser votada, y perdida, en el Congreso de los Diputados. Se daba por hecho un nuevo revolcón, y la salud del Gobierno de coalición, en la UCI. No porque cayera, sino porque el impacto político de una derrota parlamentaria de esas características dejaba a Sánchez sin respiración asistida y daba un empujón a las ansias, la ansiedad diría yo, del PP por hacer caer al Ejecutivo.

Sánchez y sus peones -Cerdán, Bolaños, Montero-, con el inestimable apoyo del expresidente Zapatero, se pusieron manos a la obra. Estos peones también tuvieron el apoyo activo del ministro Óscar López, que se reunió de forma discreta en Barcelona con Míriam Nogueras el fin de semana d 15 de febrero en un céntrico restaurante. El movimiento táctico, dicen, lo consiguió el presidente Zapatero con el mediador internacional, que emitió un comunicado pidiendo la retirada de la moción de confianza.

Si se votaba, perdería Sánchez, sin duda; sin embargo, también perdería Puigdemont. La caída de Sánchez no era un buen objetivo. Junts se aferró al comunicado del mediador y reculó haciendo un gran ridículo, porque en paralelo Sánchez cerraba un pacto con Junqueras sobre la condonación de la deuda y las comisiones Estado-Generalitat se ponían las pilas con el traspaso de Renfe y el aumento de la plantilla de Mossos. Colofón de la película: Junts ya no tenía en exclusiva la interlocución de Cataluña, ERC salía de las catacumbas e Illa ejercía de president actuando también como engrasador de las relaciones con los republicanos.

El PP se abalanzó contra el acuerdo de condonación de la deuda con un discurso zafio que encontró eco en Madrid DF. Los medios contribuyeron a rasgarse las vestiduras por “la nueva cesión” a los independentistas. Que no es tal. La condonación de la deuda es de justicia, porque la infrafinanciación es un hecho y la nueva financiación está en el alero. No es la solución, pero sí la reparación por parte del Estado, porque el acuerdo está caducado desde 2014.

Feijóo, como siempre, no sabe leer el momento, y del no rotundo pasaremos a las deserciones de barones populares que de los aspavientos pasarán a la mansedumbre. Por si fuera poco, Pinocho-Mazón acabó por cortar la mayonesa con su enésima mentira sobre la tragedia de la DANA. Lo mejor que podía hacer era irse a su casa y dejar de hacer el ridículo. En Valencia, le abuchean, y en Madrid se escaquean de aplaudirle tanto Feijóo como Ayuso. Feijóo todavía no se ha enterado que hay legislatura para rato.

Puigdemont parece que sí, porque después de la patada de banco de la aprendiz de brujo, Mónica Sales, que amenazó de nuevo con hacer descarrilar la legislatura, le dio un zarpazo monumental enviándola al rincón de pensar.

Sin embargo, en esta película de la remontada parece que falta un capítulo. ¿Qué ha conseguido Puigdemont que no sabemos? Si no ha conseguido nada, ha demostrado que la política de palo y más palo combinada con alguna zanahoria no da siempre buen resultado y es bastante naif. Estaremos atentos al más inmediato futuro, pero de momento Sánchez está en remontada y Puigdemont se ha dejado pelos en la gatera.