El Tribunal Supremo ha confirmado la culpabilidad de Laura Borràs –expresidenta del Parlamento catalán– en un caso de prevaricación y fraude cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes, durante los años 2013 a 2018, cuando, saltándose los protocolos legales, adjudicó a un amigo la creación de un portal web de las letras catalanas.
También Al Capone, como es sabido, cayó por evasión de impuestos y no por los numerosos asesinatos que había encargado a sus sicarios.
La ejecutoria política de la señora Borràs fue de principio a fin reprobable, pero no es por su insufrible arrogancia y parcialidad en el Parlament, ni por sus clamorosas faltas a la verdad, ni por sus nocivas declaraciones y actuaciones públicas –como su apoyo personal a los jubilados que durante meses cortaron la circulación por la Meridiana causando trastornos y pérdida de miles de horas a los automovilistas; a los que las autoridades y las fuerzas de seguridad asistieron encogiéndose de hombros como si no fuera con ellas, y sin que nadie haya tenido que rendir cuentas– por lo que varios tribunales la han condenado, sino por unos trapicheos de estar por casa.
Yo no me alegro por su desgracia; no me gusta que los delincuentes vayan a la cárcel, salvo si han cometido crímenes graves contra la vida o la hacienda ajena.
En general, me parece que para delitos como los que ella ha cometido debería implementarse un sistema de penas alternativas; eso sí, todo lo severas que se quiera y de cumplimiento rigurosamente vigilado y sin posibilidad de escaqueo.
Borràs podría pagar su deuda con la sociedad y redimir su pena haciendo servicio social; por ejemplo, auxiliando, todas las tardes, durante los cuatro años de su condena, a las abnegadas monjas de Cottolengo del Padre Alegre.
Le quedarían las mañanas libres y podría dormir en su casa, con los suyos. Y las tardes las pasaría en el Cottolengo, barriendo, fregando las salas, duchando a los enfermos, haciéndoles las camas, dándoles de comer… ¡Cuánta humildad aprendería allí, donde hay tanta necesidad y tragedia!
Saldría transformada en una persona mejor, redimida, satisfecha de sí misma por haber ayudado de verdad al prójimo, y con un conocimiento más amplio de la vida y de la muerte.
Y esto sería mucho más útil y educativo que la humillación estéril y tan traumática de pasarse años entre rejas, mantenida a cargo de los presupuestos del Estado.
Pero no sufro por ella, en primer lugar, porque me cae fatal; y, en segundo lugar, porque seguramente no pisará la cárcel, ya que aún puede recurrir al Constitucional, demorando unos años más su entrada en prisión; y luego siempre puede echarle una manita su partido, exigiendo su indulto al presidente del Gobierno, que sin duda se lo concederá, como le concede todo.
En el improbable caso de que el Gobierno actual caiga, no cabe ninguna duda de que su sucesor, previsiblemente del PP, también sabrá mostrarse magnánimo con la señora Borràs en el caso de que necesite los votos de Puigdemont.
En cuanto a su delito de falseamiento de concursos públicos y favoritismo fraudulento, por valor de unos 400.000 euros, desde luego que es imperdonable, pero cualquiera que sepa cómo funciona la Administración pública puede comprenderlo.
Las trabas burocráticas y administrativas de todas clases que en España se han implementado año tras año con el objetivo de tratar de evitar esas prácticas corruptas y atrabiliarias a las que tan inclinado es el ser humano han acabado siendo tan arborescentes que atan de pies y manos a los gestores.
Por eso tantos organismos del Estado funcionan mal: la normativa paraliza, impone plazos largos y hace imposible la eficacia, que ha de ser célere.
Veamos el caso de la señora Borràs: ella quería hacer una web. Y quería hacerla cuanto antes, mejor. Nunca se sabe cuándo vas a perder o abandonar el cargo y quieres dejar la marca de tu eficacia.
Si hubiera respetado la legislación, quizá esa web –si es buena, útil o mala, es cosa que no sé– hoy aún no existiría.
Así pues, cegada por su arrogancia, que, como he dicho antes, es uno de los rasgos dominantes de su personalidad, convencida de su impunidad gracias a sus íntimas relaciones con el poder político, consideró que podía saltarse impunemente todos aquellos paralizantes cortafuegos, tener operativa en breve plazo la web de marras, y de paso hacerle un favor a un amigo.
No la excuso, pero la entiendo. Por lo demás, lo que le pase en el fondo me da igual.