La reciente renuncia de Gabriel Rufián como concejal de Santa Coloma de Gramenet merece algo más que un titular dando cuenta de la noticia.
El anuncio en 2023 de su candidatura a la alcaldía de uno de los municipios más importantes del área metropolitana, donde el PSC disfruta de continuas mayorías absolutas, llamó bastante la atención dada la notoriedad del personaje, que es portavoz de ERC en la Cámara Baja desde 2019.
Los republicanos llevan años intentando ampliar la base entre grupos sociales que no participan del identitarismo nacionalista con los consabidos argumentos económicos tan machaconamente repetidos por Oriol Junqueras.
Pese a toda la propaganda, el éxito de ERC en este ámbito ha sido muy limitado.
El desplome electoral en las últimas contiendas ha sido brutal, y en el área metropolitana solo dispone de la alcaldía de Sant Andreu de la Barca.
Pese a todo, Rufián, diputado en el Congreso desde 2016, es quien mejor encarna por propia biografía, hijo de inmigrantes andaluces, ese esfuerzo de penetración del separatismo pretendidamente de izquierdas entre el mundo castellanohablante con plataformas previas como Súmate.
Desde hace años es una figura política nacional gracias a su tono chulesco, perdonavidas, por todo tipo de ocurrencias y provocaciones desde el atril o en ruedas de prensa, aunque es cierto que, con el paso del tiempo, sus formas se han ido puliendo.
De entre las muchas cosas que ha dicho, las que más chanzas han generado entre aquellos que no le profesamos estima política hay dos.
Por un lado, el anuncio en 2016 de que él y su grupo no pensaban permanecer en el Congreso ni un día más de los que 18 meses que faltaban para la independencia de Cataluña.
Y, por otro, las famosas 155 monedas de plata del tuit con el que, en buena medida, obligó a Carles Puigdemont a desdecirse de convocar elecciones autonómicas en octubre del 2017, lo que dio paso a la fantasmagórica DUI del Parlament.
La vida política está llena de casualidades, y ahora la broma sobre esos 18 meses con la que Rufián generó tantas risas, sobre todo cuando tras el fiasco del procés no se dignó a dimitir, resucita de nuevo.
Tras año y medio de concejal en Santa Coloma abandona el cargo para dedicarse plenamente, ha escrito, a su querida portavocía en Madrid, pese a que en el fragor de la campaña electoral afirmó su compromiso absoluto con los vecinos.
En 2023, ERC fue por primera vez segunda fuerza en ese municipio metropolitano, doblando la representación, lo que Rufián presentó como un gran éxito.
La realidad es que obtuvo solo 4 de los 27 asientos del consistorio, ya que la hegemonía del PSC es abrumadora (51,3%), y Ciudadanos, PP y Vox obtuvieron únicamente 2 concejales cada uno.
Por tanto, si bien los republicanos sacaron su mejor resultado (14,9%), a costa de los comunes, que se quedaron sin representación, el mediático alcaldable logró un avance sin ninguna utilidad política.
18 meses después deja el cargo en Santa Coloma, donde no reside desde hace mucho, pues está instalado en la capital del “Estado opresor”.
Curiosamente, ha dicho en un tuit de despedida que había aprendido más cosas en ese año y medio como concejal colomense que en los nueve años que ejerce de diputado en el Congreso.
Nos asalta pues una pregunta inevitable, ¿por qué no se queda como líder local de ERC en la ciudad que le vio nacer para seguir aprendiendo tantísimo de la política local, sobre todo una vez que la socialista Núria Parlon ya no es alcaldesa y el PSC empieza de nuevo, y deja de una vez un cargo en Madrid que tan poco le aporta y tanto le aburre?