Los contenedores de la basura aparecen hoy, día de Reyes, repletos de papel de regalo y cartón de envoltorio de los innumerables obsequios que niños, adolescentes y ciudadanos en general han recibido de las mágicas majestades. La sonrisa y la emoción están hoy garantizadas pero queda por delante dilucidar cuál será el estado de ánimo de Barcelona en este recién estrenado 2025. Hace una semana se publicó la segunda oleada anual del Barómetro de la ciudad y los datos no invitan al optimismo. La inseguridad y el acceso a la vivienda se encaraman en lo más alto de las preocupaciones de los barceloneses de manera muy contumaz y la percepción de los ciudadanos sobre si Barcelona mejora o empeora tampoco es para sacar pecho: la sensación de empeoramiento le saca 23 puntos a la respuesta de quienes consideran que la ciudad ha mejorado en el último año.
El último barómetro municipal vislumbra algún brote verde (hay un poco menos de gente que cree que la ciudad ha empeorado ahora respecto al mes de junio pasado) pero esa mejoría es escasa. Sin ánimo de lanzar una queja a la totalidad, los partidos políticos que representan el pleno del Ayuntamiento deberían tratar de buscar opciones para revertir cuanto antes esa situación de problemas reales y de percepciones, de asuntos tangibles y de sensaciones. En este caso ambas cuestiones van estrechamente ligadas porque la ciudad sufre con la retahíla de dificultades que se esbozan en el Barómetro.
El equipo de Gobierno, quien debe tirar del carro, heredó muchos problemas enquistados del último decenio de vida en la ciudad pero al igual que Laporta no puede volver a mentar los errores de Bartomeu (especialmente tras el bochorno de gestión en el caso Olmo y Víctor), Collboni tiene que apretar las tuercas para construir un nuevo modelo de ciudad y no simplemente justificar los problemas por la pesada carga del pasado. Cuando se llega al poder hay que ejercerlo y lograr que tu ciudad vaya expulsando los lastres, y en esa tarea no hay tiempo que perder por el bien de la convivencia en Barcelona y por la dura competencia en la que se ve inmersa la capital catalana con otras ciudades de España y de Europa.
Hay algunos problemas que son comunes en las grandes ciudades españolas, como el de la vivienda, y otros con un foco barcelonés muy específico como la inseguridad, motivado esencialmente por la impunidad de los multirreincidentes. Pero también es importante el poder de captación de la economía internacional (Madrid es un duro adversario) y de colectivos de peso, como el reciente caso de los hackers israelís que pueden constituir el hub de ciberseguridad por el que pelea Barcelona y también Málaga, una ciudad que hace las cosas bien y que se halla en la cresta de su ilusión ciudadana.
Como ven, muchos asuntos por los que pelear y además a contrarreloj.