Cuenta la historia que Carlos V, el emperador, visitó a Tiziano Vecellio en Bolonia (en verdad, el artista rara vez abandonaba su amada Venecia), con ánimo de encargarle un retrato. La fama ya le precedía al célebre pintor (originario del Véneto e hijo de una familia de notarios, como Da Vinci o Dalí) y, de hecho, parafraseando a la Divina Comedia, era ya conocido como el “el sol entre las estrellas”. Según dice la crónica, o quién sabe si la leyenda, el César Carlos entró en el taller de Tiziano y a éste se le cayó un pincel que fue a parar a los pies del monarca. ¡Cuán fue el susto de los presentes cuando el mismísimo Carlos V se arrodilló ante Vecellio recogiendo el pincel y alegó, ante la idea de que un monarca jamás se postra ante nadie, que bien merecía el pintor tal gesto, pues él era Tiziano y con los siglos sus obras perdurarían, a diferencia de los mortales! Dentro de lo inigualable de su producción, de Tiziano nos ha llegado una característica percepción ante lo erótico.

La propia producción escultórica grecorromana nos muestra un claro canon ante los genitales. El pene de las figuras debe ser escueto, lejos del gran falo de Pan (el sátiro divino, medio cabra, acosador de Musas) y Príapo. A la disoluta moral romana, más bien producto de un relativismo cultural posterior con afán moralizante, se le opone la aparente diferenciación entre lo bestial y lo civilizador, ni que sea en “cuestión de tamaños”. Sumido en un estricto control hacia lo carnal, el Renacimiento se atrevió a resucitar lo erótico en lo artístico, teniendo a Tiziano como gran paladín.

El inmortal pintor tuvo por íntimo amigo y consejero a Pietro Aretino. Hombre de letras, cortesano, diplomático… fue una suerte de “manager” para Tiziano y una fuente de inspiración, sobre todo en lo carnal. Conocido por sus Sonetos Lujuriosos, el Aretino fue un antecesor de Sade en la novela erótica, sorteando con arte la absoluta censura. Tiziano, con bastante más ingenio artístico, y mejor gusto, supo mitigar la pulsión de Eros freudiana amparándose en la mitología (en particular, en Las Metamorfosis de Ovidio).

El Museo del Prado posee parte de la colección de pinturas que, bajo la temática de “Poesías”, pintó Tiziano para Felipe II (hijo de Carlos V). Se trata, claramente, de pinturas con manifiesta insinuación erótica, piénsese en su célebre (y con varias versiones) “Dánae recibiendo la lluvia de oro”. Para contentar las apetencias del monarca, paladín de la Contrarreforma, Tiziano utilizó el impulso erótico en pro del arte, nutriéndolo de cultura y simbología, siguiendo unos cánones, que tal y como siguieran antes los escultores grecorromanos, huían de lo bestial, de lo pornográfico.

De hecho, ante el hecho biológicamente inevitable del impulso sexual, el arte siempre ha acontecido un refugio donde transmutar la pulsión en algo refinado, esquivando lo soez. Piénsese que la, deleznable, represión a la que han sido sometidos los homosexuales a lo largo de la historia encontró en el arte, y en el erotismo pictórico, una válvula de escape. Ello sería muy notorio en los cuadros, por ejemplo, del boloñés Guido Reni: véase su San Sebastián entre todos.

La sexualidad es un término polisémico que puede acoger en su seno una polisemia cuasi absoluta que estriba desde el género al mecanismo de selección sexual (primer acto y peón de la selección natural). Que el tamaño relativo de los senos femeninos o del órgano sexual masculino sea flagrantemente mayor en el ser humano que en el resto de primates (gorila incluido) es una muestra de cuáles fueron los marcadores sexuales humanos físicos (como en el násico, o mono narigudo, la nariz, en el pavo real la cola o en el Triceratops la gorguera). Ello era irremediable cuando sólo contaba lo salvaje, lo poco refinado y ajeno a lo cultural, cuándo sólo éramos “instintos” y nos rendíamos, sexualmente hablando, sólo a lo pornográfico.

La representación de los Dioses del Olimpo en mármol y las pinturas, con trasfondo erótico, de los grandes de la pintura nos enriquecieron como especie, haciéndonos más refinados, pero luego llegaron las canciones de reguetón y los bailes de exparticipantes de Operación Triunfo ante menores… y la soez resucitó a Pan, con cabra y flauta mediante.

Es de justicia preguntarse si, como es común y binomio cuasi constante a día de hoy, el erotismo refinado no hace tiempo que entró en la lista de especies en peligro de extinción. Es denunciable que el empobrecimiento cultural de Occidente hace tiempo que abandonó el arte sujetándose en no vestir pulsiones esgrimiendo el desnudo de lo pornográfico. ¿Dónde quedó la poesía y la pintura no explícita? ¿Hacia dónde va una educación que cada vez pasa más de la formación teórica y cultural y sólo ampara el uso primate de los atributos como especie? ¿Cuánto vamos a seguir consintiendo en lo que a valores y condicionamientos de pensamiento sexual de nuestros infantes se refiere?

Tiziano perduró como anunció el César Carlos, pero será cuestión de tiempo, si no se pone remedio, que volvamos más a la jungla (con el resto de primates que nos antecedieron), abandonando el culto y elaborado Olimpo de lo refinado y artístico.