Con Puigdemont liderando Junts y Oriol Junqueras haciendo lo propio con ERC, podemos ya afirmar sin temor a equivocarnos que empieza una nueva etapa en la política catalana, y en concreto en el independentismo, que estaba de capa caída. Gracias a la irrupción de esos dos jóvenes políticos, la savia nueva recorre las venas del soberanismo catalán. Ya era hora de dejar atrás a los viejos y caducos líderes que nada bueno habían hecho por Cataluña, y dar la oportunidad a jóvenes valores que sin duda van a insuflar energía fresca a sus respectivos partidos.
Carles Puigdemont sustituyó el pasado octubre a Laura Borràs al frente de Junts, y Oriol Junqueras acaba de ser nombrado presidente de ERC. Dos excelentes noticias con pocas semanas de diferencia. Poca cosa se sabe de los flamantes dirigentes, pero se comenta que Puigdemont se caracteriza sobre todo por su valor, singularidad que le lleva a no esconderse nunca y dar siempre la cara, mientras que Junqueras es conocido entre sus allegados -además de por no intrigar jamás contra nadie de su propio partido- por seguir a rajatabla una dieta sana y por un obstinado culto al cuerpo: “mens sana in corpore sano” es su lema de cabecera.
Los militantes de Junts y de ERC -como se ve, bastante parecidos en su perspicacia a la hora de elegir líderes- han dejado atrás el pasado que nada bueno les había aportado, y han apostado por el futuro, que aunque siempre incierto, es en todo caso ilusionante. Para ello, nada como dejar en manos de Puigdemont y Junqueras el destino de sus partidos y, de paso, el del movimiento independentista. Seguro que uno y otro aportarán flamantes ideas y estrategias, renegando de las que llevaron a cabo sus antecesores en el cargo sin otro resultado que el fracaso. Ellos son distintos, son jóvenes, son atrevidos, son -sobre todo- sinceros y transparentes, y poseen la audacia de quienes jamás han ostentado cargo alguno ni han vivido nunca de la política. Los militantes así se lo han reconocido, y aún con las naturales dudas que suscita siempre un neófito al frente de una institución, han depositado en ellos su confianza. Son bastantes años de derrotas del independentismo en todos los ámbitos por culpa de liderazgos incompetentes, a ver si esos dos muchachos traen algo distinto, que ya nos lo merecemos.
Más pronto que tarde, algún periodista preguntará a Junqueras y a Puigdemont qué opinión les merecen los anteriores dirigentes de sus respectivas formaciones, aquellos caducos líderes que con el procés no solo no consiguieron ni uno solo de los objetivos que se habían propuesto, sino que además llevaron al independentismo y a Cataluña a sus cotas más ridículas de miseria. Ellos dos -como bien saben los militantes que les han aupado a sus respectivas presidencias- no tuvieron nada que ver con ese ignominioso pasado, así que seguro que no les temblará el pulso (ni la voz) a la hora de afirmar que aquella etapa hay que superarla, que aquellos políticos eran mediocres y cobardes, y que va siendo tiempo de confiar en los nuevos liderazgos que ellos dos representan. Puesto que si todo el mundo les sigue y consiguen un “mandato popular”, Cataluña será un nuevo estado dentro de solamente dieciocho meses, ya que Europa está aguardando con ansia que ello suceda. “El món ens mira”, gritará ese mozalbete llamado Puigdemont, “Els carrers seran sempre nostres”, aullará el jovencito Junqueras, demostrando ambos que además de nueva ideas y nuevas políticas, traen consigo nuevos eslóganes.