Cataluña no será independiente ni ahora ni dentro de 15 años porque “España es un país muy poderoso”.
La frase es de Jordi Pujol, que ha vuelto a ser homenajeado hace unos días. El acto del pasado fin de semana estaba diseñado para recuperar la mermada autoestima del nacionalismo conservador tras el fracaso del procés.
El actual presidente del Parlament, el convergente Josep Rull, proclamó sin cortarse un pelo que el expresidente es “el padre de la nación catalana moderna”. ¡Toma ya! Queda, pues, oficialmente acabada la etapa del blanqueo y conseguida la rehabilitación del mandatario imputado y pendiente de juicio.
De ese pequeño detalle, de la imputación del líder y su familia por constituir una presunta organización criminal, no se habló en la reunión de Castellterçol, organizada por la Asociación de Amigos de Enric Prat de la Riba.
Se trata de seguir paseando a la “magna figura” para dar ánimos a esta Cataluña falta de líderes, debilitada económicamente y con el orgullo por los suelos. A sus 94 años, Pujol es lo mejor que tiene el nacionalismo.
Trabajan sus fieles para que -cuando Dios decida- la despedida sea multitudinaria, como la de Francesc Macià. Las próximas generaciones necesitan un héroe contemporáneo que les permita soñar estados y republiquetas.
Hace 91 años, en 1933, un millón de ciudadanos salieron a la calle a seguir el entierro del militar republicano Francesc Macià i Llussà, fallecido inesperadamente el día de Navidad. Mi bisabuela Paquita Bagaria (y otros cien apellidos catalanes más) estuvo entre los presentes; era fan absoluta del militar.
Durante el franquismo, iba cada año con su nieta (mi madre) a dejarle flores a la tumba de Montjuïc. Murió sin saber que en el panteón, abierto en democracia, el cadáver era de otro; décadas dejándole flores a un cualquiera, igual a uno de tantos botiflers.
La historia de Cataluña está llena de malentendidos y falsedades. Siempre hay patriotas dispuestos a engordar los mitos de la tierra y acusar a España de todos los males.
Rafael Casanova, el héroe ante cuya estatua desfilan cada Diada las cúpulas de los partidos, ni siquiera murió luchando durante el asedio de Barcelona. Aquella guerra, la de Austrias y Borbones, tampoco fue de secesión, sino de sucesión monárquica.
La vida y las propiedades del carlista Casanova fueron respetadas por Felipe V, por lo que el jurista continuó ejerciendo como abogado, tan ricamente, en Sant Boi de Llobregat.
Fue mucho después, durante la Renaixença, cuando empezó la tradición de celebrar derrotas. El 11 de septiembre de 1886, Jaume Collell, canónigo de Vic, convocó una misa por los caídos en Barcelona y esa fecha se convirtió en Día Nacional de Cataluña.
Los nacionalistas conservadores quieren pasar página, recuperar la tradición del pacto con quien gobierne en España e intentar mandar, aunque sea un poquito, en la Generalitat.
Coincide ese cambio de tercio con la reciente fecha dada por la Audiencia Nacional para el juicio del clan Pujol (noviembre 2025). Tienen un año para seguir paseando a su líder.
El anciano nacionalista, tan seguro de sí mismo y de su importancia histórica, se despachó a gusto durante el reciente homenaje. Opinó que acabar con Convergència fue una pésima idea, mientras los presentes aceptaban la crítica sin chistar.
Al error de Artur Mas de convocar elecciones en el peor momento, le siguió la peligrosa idea de acercarse a la cainita Esquerra y fundar Junts pel Sí. Tras la retirada del delfín pujolista, se buscó a alguien más joven.
Carles Puigdemont, el elegido, procedió a no declarar la independencia y salir huyendo. Esa década nada prodigiosa acabó con el liderazgo de Cataluña dentro de España.
“Lo que nosotros tenemos que conseguir es tener un país consistente con autonomía, el país de Enric Prat de la Riba”, dijo Pujol en su homenaje.
Refiriéndose al moderado político y escritor, fundador de la Lliga Regionalista, propuso aguantar este largo invierno del descontento, dejarse de tonterías y pactar con Madrid. ¿Por qué no lo dijo antes? Andaba preocupado con las acusaciones de cohecho, tráfico de influencias, blanqueo de capitales, prevaricación, malversación, falsedad…
La campaña de recuperación del expresident ha llegado hasta los medios extranjeros. El británico The Times ha publicado que, tras “una década de deshonra”, la figura del líder nacionalista va en camino de rehabilitarse.
Salvador Illa, el socialista presidente catalán, ya le recibió en el Palau de la Generalitat con luz y taquígrafos. Vuelve el pujolismo.