Vivimos en una sociedad polarizada y, creo sinceramente, que además esta sociedad está enferma. El estás conmigo o estás contra mí no admite matices. Se pasa del blanco al negro de forma abrupta, abandonando todo tipo de grises. Así las cosas, el ciudadano de a pie busca refugio en la tribu. El último ejemplo lo hemos visto en Rumanía, donde un desconocido ultraderechista y antijudío se ha impuesto en las elecciones presidenciales y disputará la segunda vuelta.

El pasado fin de semana Barcelona fue protagonista de una manifestación que ponía encima de la mesa el problema de los salarios para poder pagar alquileres. El problema existe y para solucionarlo el Sindicat de Llogateres ha buscado al enemigo: los rentistas. No es un tema de lenguaje, es una declaración de principios. El propietario que pone un piso en alquiler es poco menos que un desalmado sin corazón que explota al inquilino. Para ello se pide rebajar el precio del alquiler el 50% y cualquier día proponen la expropiación forzosa y pisos gratis para todos. Eso sí, de paso zurran al gobierno catalán de Illa, y se acuerdan del de Montilla, para criticar sus promesas de nuevas viviendas. Que por cierto, con Montilla se hicieron. Por la boca muere el pez. Esos defensores de la colectivización se olvidan de todos aquellos que no hicieron ni un piso ni lo prometieron, como Mas, Puigdemont, Torra o Aragonés. Tremendo lo de los agujeros negros en la memoria, señores y señoras, del mal llamado Sindicato. Quieren hacer una huelga e incitar a no pagar alquileres. Cuenten primero. Juntaron a 22.000 personas. Son muchos más los que viven, vivimos, de alquiler, y no estamos en su frente de trinchera. Queremos soluciones, pero alejadas de la manipulación y la polarización. Por eso, son bienvenidas las palabras de Collboni “el acceso a la vivienda es una de las principales fuentes de desigualdad”. Y su solución viene del diálogo, no creando el frente de inquilinos -los buenos- y los rentistas -los malos-.

Otro ejemplo es la manita de tortas que llevan dándose El Hormiguero y La Revuelta. Una semana azuzando el enfrentamiento. Seré rápido. Cada uno que vea lo que le dé la gana. No seré yo quien tome parte en una guerra comercial que se camufla de guerra política. En fin, vivir para ver. Y, si quieren gresca, fíjense en la OPA del BBVA al Sabadell. Todo bicho viviente toma partido. Algunos con razón, pero toda tertulia que se precie tendrá dos frentes irreconciliables.

Lo de la política española ya va para récord. La polarización está llegando a extremos muy peligrosos. No solo es la derecha política, aliada de la mediática, sino que la judicial se ha convertido en protagonista. Que un juez del Supremo se permita el lujo decir que el gobierno no es legítimo porque no ganó las elecciones es simplemente faccioso. Y su referencia clasista a los “cajeros de Mercadona” - señalando a Irene Montero que allí trabajó en su época de estudiante- es, simplemente, insultante y vejatoria. ¿Esperan una reacción del Consejo General del Poder Judicial? Pues esperen sentados. Mientras se investiga a la mujer del presidente, al fiscal general del Estado y se protege al defraudador de Hacienda, muy respetado por ser el novio de la presidenta del PP madrileño, que lanza infundios, incluyendo la manipulación de las urnas o silenciar la libertad de expresión. Pues para estar silenciada la señora no calla. Los jueces, tampoco, y actúan incluso dónde no se les llama.

Y qué les digo del tema Errejón. Todos y todas tienen opinión. No sabemos nada más de lo publicado, pero la polarización se ha hecho dueña y señora del tema, justo al lado del silencio cómplice de muchos, y muchas, que respiran airosos porque el caso fue silenciado por la terrible DANA. Ahora la reconstrucción de Mazón, que sigue en el cargo, no se crean, la liderarán los militares, los toreros y la Iglesia. Mare de Déu! Aquí no hay polarización que valga. Son mayoría. Eso sí, la sociedad sigue enferma.