En Bruselas, anoche tuve el viento a mi puerta... Un conocido fragmento del poeta norteamericano Archibald MacLeish, miembro de la generación perdida, expresa la ambigüedad aparente detrás de la cual sobrevive siempre el anhelo unionista de Europa, a pesar de las dificultades.

Hace pocos días, The Times publicó que uno de los secretos del crecimiento económico de España es el modelo liberal de inmigración. Habla la Economía Clásica de Adam Smith, Thomas Malthus o David Ricardo, los que allanaron el camino de la Revolución Industrial incorporando en su análisis el valor del trabajo.

Los datos del Times dan de lleno en la diana: la inmigración es “una reposición muy beneficiosa del mercado laboral español, frente al papel hostil de la mayoría de los Estados de la UE”.

El INE ofrece la cifra exacta: en 2024 han llegado a España un 59% de inmigrantes más que el año anterior y, según el mismo instituto, llegarán un millón cada año hasta 2028. La discriminación contra los extranjeros provoca la pérdida anual de 17.000 millones de euros al año a la economía española (datos del Ministerio de Migraciones).

El problema que denuncia la derecha dura es precisamente la solución. “La reducción de las barreras a la inmigración expande la oferta de mano de obra de un país, en igualdad de condiciones, aumentando así la cantidad de bienes y servicios que puede producir”, dice el Times.

A finales de 2022 (últimos datos disponibles), 180 millones de personas fueron desplazadas a la fuerza en el mundo. Y el 40% de los refugiados del mundo son, además, menores. ¿Quién quiere ponerle puertas a esta vergüenza colectiva? ¿Quién? Orbán, Meloni, Le Pen, Manfred Weber, la cúpula arcaicamente feroz de Génova 13 o el líder del partido putinista europeo, Santiago Abascal.

Los arcabuces populistas denigran los Tratados y violentan las grandes soluciones. Ahora mismo, el pacto fiscal que exige Bruselas a España está siendo detenido por dos socios de la coalición de Gobierno, que expresan el mismo populismo: Podemos y Junts, el rencor izquierdista y la derecha soberanista. Ponen en peligro los fondos de Bruselas que el Gobierno destinará a la DANA de Valencia.

Por su parte, el PP cubre de hartazgo a los altos cargos de la UE llevando, una y otra vez, el “problema español” a la Comisión. El ataque a Teresa Ribera ha sido el último navajazo del reparado Núñez Feijóo tratando de boicotear a la presidenta, Úrsula von der Leyen, en el seno de su propia formación.

No sé si aquí vivimos en el “oasis catalán frente a la selva española”, como escribe Lola García; pero sí sé que, en la balsa de aceite del president Salvador Illa, son necesarios los inmigrantes.

Son imprescindibles en España entera, aunque los que quieren el poder a partir de un relato fácil los quieren abandonar en Roncesvalles, “la llanura oscura”, como la llamó MacLeish.