El sector textil de Cataluña, germen de la industrialización de este territorio en el siglo XIX, constituye hoy una pálida sombra de lo que llegó a ser hasta hace unas pocas décadas. Las grandes “catedrales” del ramo, como se conocía antaño a los colosos de la tejeduría y la hilatura, desaparecieron del mapa borradas en las implacables crisis que azotaron el negocio.

Las reinas del textil son ahora las poderosas cadenas de distribución comercial. Estas encargan la producción de sus artículos a una extensa red de países asiáticos, cuyos precios son imbatibles y desafían toda competencia.

Sin embargo, semeja asombroso que todavía subsistan por nuestros meridianos unas cuantas empresas que se mantienen a la vanguardia contra viento y marea.

La de mayor talla se titula Anglès Textil (Antex), sita en el municipio gerundense del que toma el nombre. Su fundación es relativamente reciente, pues se remonta a 1968.

Un lustro antes que ella había nacido Torcidos Roma, con planta fabril en la barriada barcelonesa de Poblenou. Hacia 1979 hubo un acercamiento entre ambas entidades para ahorrar costes de mano de obra y recayó un magno acuerdo, que se formalizó mediante un intercambio de acciones.

El engarce se perfeccionó en 1996 con la integración completa de Antex y Torcidos Roma. La sociedad fusionada adoptó la denominación de Anglès Textil. Por aquel entonces su giro no llegaba a los 70 millones de euros y sus exportaciones eran incipientes. Algunos años después afrontó su particular reconversión, que acarreó el cierre de los centros de Lliçà de Vall e Igualada.

Antex despliega su vasta capacidad manufacturera en cinco factorías, sitas en Anglès, Andoain (Guipúzcoa), Polonia, Brasil y Méjico, con una plantilla conjunta de 1.250 empleados.

Entre todas esas instalaciones abarcan 200.000 metros cuadrados, equivalentes a veinte manzanas del ensanche de Barcelona. Hasta la fecha, han acaparado inversiones por importe superior a los 240 millones.

En sus recintos, los gránulos de poliéster se transforman en hilo de poliéster por el procedimiento de extrusión. Luego, la hebra plástica se texturiza y se convierte en hilo textil.

Este tiene de principal consumidora a la automoción, que lo utiliza para elaborar las tapicerías de los asientos. Otros clientes relevantes son los dedicados a confeccionar prendas de moda y tejidos para el hogar.

El consejo de administración de Antex está presidido por Ángel Hereu Tarrés. Le secundan como vocales Marta Molist Bas, Joan Roma Trigo y el acaudalado Fernando Pérez-Sala Valls-Taberner, sobrino de Luis Valls-Taberner, presidente entre 1972 y 2004 del extinto Banco Popular. Todos los consejeros revisten la condición de accionistas.

La memoria de Antex incluye unos chocantes párrafos sobre las “operaciones con partes vinculadas”, es decir, con los miembros del antedicho órgano de gobierno y otros socios menores. Aseveran que “en cumplimiento de la ley orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal, no se especifica el nombre de las personas físicas vinculadas”. Añade que los mentados pormenores “se hallan a disposición de las autoridades públicas que lo requieran, en la sede social”.

El devenir de Antex resultó afectado por los precios ascendentes de las materias primas y la energía como consecuencia del estallido de la guerra de Ucrania.

La dirección de la casa firmó con la banca en 2023 el reajuste de la deuda, cifrada en 63 millones, con la finalidad de hacer más llevaderas las amortizaciones.

En tal ejercicio, Grupo Anglès Textil facturó 184 millones y registró unas pérdidas de 0,7 millones. Los márgenes fueron más remuneradores y se reflejaron en los beneficios de explotación, pero la mejora quedó yugulada por los gastos extraordinarios inherentes al acuerdo con los prestamistas.

Cuando van transcurridos 56 años de la constitución, el conglomerado alcanza características propias de una multinacional, pues el 85% de sus ventas va a parar a los mercados exteriores.

El guarismo que compendia con más precisión los logros de este titán textil de Girona es el importe del patrimonio embalsado, que ronda la exuberante suma de 100 millones.

Mientras tanto, las legendarias firmas que en su día impulsaron los próceres catalanes del mundo del dinero, son apenas el brumoso recuerdo de unos tiempos pretéritos henchidos de esplendor, que ya nunca volverán.