Xavier Salvador escribía esta semana que la cuestión energética es uno de esos asuntos que menos interesan en el debate público y que, en cambio, es importante de verdad.
Sorprende la nula controversia entre partidos sobre esta materia y la escasa reflexión en los medios ante lo que ocurre en otros países o tras los periódicos informes de las agencias especializadas, con noticias relevantes casi cada semana.
La izquierda está enamorada de las renovables, por lo que es incapaz de verbalizar ninguna de sus limitaciones, algunas consustanciales a su naturaleza discontinua (sol, viento, lluvia) y otras por limitaciones tecnológicas actuales, mientras sigue poniendo la misma mala cara de siempre a las nucleares, y es hipócrita frente a la quema de gas, que contribuye al cambio climático, pero contra el que no lanza admoniciones.
En el otro lado, la derecha, tanto la catalana como la española, no tiene programa energético, así de triste y sencillo. En su día, Mariano Rajoy cerró la central nuclear de Garoña y fue incapaz de construir el anunciado almacén temporal centralizado de residuos para no tener que enfrentarse a ningún barón territorial, y solo ahora el PP discute el plan del Gobierno de Pedro Sánchez de prescindir de la energía atómica.
En Cataluña, a nadie parece importarle mucho qué haremos cuando se cierren los tres reactores que actualmente suministran el 58% de la energía que consumimos.
Por eso es de agradecer que el presidente de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, esté incidiendo en algo tan primordial para la continuidad del tejido industrial como es la energía, su suministro y precio. El representante de Foment del Treball lleva semanas alertando de un “apagón industrial” si se cierran los reactores de Ascó y Vandellós.
Lo verbalizó primero en el encuentro BCN Desperta! y ha sido aún más rotundo la semana pasada en el IV Foro Empresarial. “Si no hay una ampliación de la producción nuclear va a haber un apagón industrial y va a desaparecer el polígono petroquímico de Tarragona”, alertó seguramente a fin de que Salvador Illa se mueva para frenar ese disparate.
Sánchez Llibre tiene razón en que prescindir de las nucleares entraña un riesgo de falta de abastecimiento. Según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030 (PNIEC), cuya actualización ha sido recientemente aprobada por el Gobierno, las nucleares se sustituirán con más renovables y autoconsumo. El plan es muy ambicioso, pero no parece realista.
El proyecto H2Med (hidrógeno verde) plantea muchos interrogantes, ya que se encuentra en fase temprana de desarrollo, y el plan no precisa mucho cómo va a producirse el hidrógeno verde para descarbonizar la industria.
Al final, el recambio a las nucleares va a ser las centrales de gas combinado, a las que el PNIEC sigue dando protagonismo en la transición energética, lo que resulta incongruente con los objetivos climáticos del Acuerdo de París.
Lo lógico hubiera sido dejar a las nucleares en paz, prolongando su funcionamiento, en lugar de cerrarlas y machacarlas entre tanto con todo tipo de impuestos para que se pueda decir que no son rentables. El dogmatismo siempre es antieconómico.
Sánchez Llibre tiene razón, sin embargo, exagera anunciado un apagón industrial en Cataluña. El titular es efectista, pero excesivo. Eso no puede ocurrir en España porque no hay fronteras interiores, por lo menos en energía. Hay un principio de solidaridad energética que hace que la distancia no importe. La electricidad se envía sin coste añadido de una punta a la otra del país.
El excedente que se produce en comunidades como Galicia, Aragón, Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha lo compran en territorios más industriales donde hay déficit. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, donde no hay espacio para poner renovables, solo se produce el 5% de la energía que consume.
Cataluña también es importadora, aunque mucho menos porque por ahora tenemos nucleares. Nuestros problemas son por el parón en energías limpias. Estamos abandonados a una cultura del “no” a todo.
Cerrar Ascó y Vandellós es una pésima idea, pero mientras en el resto de España se produzca más electricidad de la que se consume, y ojalá sea con hidrógeno verde, no habrá ningún colapso de la industria catalana. Otra prueba más, dicho sea de paso, de la inconsistencia de los independentistas. Si aspiran a ser soberanos, deberían ser pronucleares.