Dicen los anglosajones que el césped del vecino siempre es más verde que el nuestro. Es cierto que solemos ser muy autocríticos, y más ahora en una sociedad tan polarizada como la nuestra. Pero sorprende, y mucho, que un país que se sostiene por el consumo y el turismo, palancas tremendamente frágiles, que aguanta un paro enorme gracias al escudo social de la solidaridad familiar, que ha convertido a los pensionistas en potentados porque los nuevos salarios son ínfimos, que se ha inventado esquemas creativos para reducir la tasa de paro, haya logrado tener el mismo crédito internacional que Francia, un país enormemente más sólido que el nuestro, o al menos eso dice ahora la prima de riesgo. España paga lo mismo, o menos, que Francia por renovar su deuda.
Claro, es que Portugal e Irlanda, economías aún más de juguete que la nuestra y rescatadas en la última crisis de deuda soberana, ya tienen menos prima de riesgo que Francia y quién sabe lo que pasará en el futuro próximo cuando se revisen los ratings. Hasta la deuda griega no pinta tan mal. Pero, a corto plazo, España, Portugal e Irlanda seguirán creciendo mientras que Francia y, sobre todo, Alemania no crecerán.
Italia y Reino Unido tampoco pueden lucir, ni mucho menos, de una prima de riesgo razonable. Da igual el cómo y el porqué, los datos que meten los analistas en su Excel son claros a corto plazo: la economía española, con todos sus déficits estructurales, es la única que crece de manera sólida de todos los países grandes europeos.
Esta bonanza temporal no debe llamarnos a engaño, nuestra economía es débil y además hacemos todo lo posible para que lo sea más. Tras el Covid llegaron unos fondos estructurales que no nos han cambiado nada, entre otras cosas porque se han usado poquísimo. Seguimos viviendo del turismo, la construcción y algo de exportación. Nuestras previsiones, confirmadas por todos los organismos oficiales, son optimistas, algo que sorprende si nuestros clientes tienen una visión pesimista.
Justamente por la dependencia de terceros, España suele entrar en las recesiones tarde. Ahora, además, la bajada de tipos de interés probablemente se acelere pues los motores de la economía europea necesitan estímulos. Y a tipos de interés bajos, más endeudamiento. Probablemente nuestras vacas flacas lleguen cuando los vecinos del norte comiencen a mejorar, y eso también nos ayudará. Ir a remolque en ocasiones no nos viene tan mal.
Los bajos tipos de interés que están a la vuelta de la esquina y la contenida prima de riesgo abaratarán el coste de la deuda, por lo que la disciplina fiscal ni está ni se le espera. Si a eso añadimos que el PIB no solo crece, sino que, además, se ajusta al alza por revisiones estadísticas, todas las ratios mejoran mágicamente.
Nunca es malo gozar de buenos números macro, pero en nuestro caso seguiremos sin acometer las reformas necesarias y haremos la pelota aún más grande, especialmente la de las pensiones en una población que envejece por momentos y con salarios medios de la población en activo insuficientes para cumplir con las obligaciones contraídas. Pero, de momento… ¡otra de gambas!