Cuánto mejor nos iría ahora si Josep Borrell no hubiera sido traicionado en su día, y su escalada hasta la presidencia del Gobierno, que parecía imparable, no hubiera sido boicoteada. Durante el procés, el revolcón que le dio al lloroso señor Junqueras, demostrando que los “cuentos y cuentas” del Beato eran falsas, fue apoteósico e inolvidable. El pobre Junqueras, a la sazón conseller de Economía y Hacienda del Govern –o quizá ya vicepresidente, no recuerdo- sólo podía oponer, como argumento, que tenía “una ilusión”. Una ilusión de ilusos. Con Borrell en la Moncloa es probable que Puigdemont, Junqueras, Rovira, Rufián y demás tropa no se hubieran atrevido a dar el golpe de Estado.
Josep Borrell es un verdadero hombre de Estado, y ahora sobre su actuación y sus discursos como jefe de la diplomacia europea en los asuntos más candentes, que son la invasión de Ucrania y de Gaza, no puede decirse sino alabanzas. Y hay que considerar casi como otra prueba de su acierto el hecho de que el criminal gobierno de Israel se niegue a recibirle: que Netanyahu se niegue a verte es un blasón.
Todavía en algunas regiones de España he oído decir: “Soy hombre de palabra”, y eso quiere decir algo. Y eso a la hora de la verdad se cumple. Pero sólo en determinados estratos sociales sigue el apego a valores como éste, ya caducos. Una de las tragedias de la política española es que las palabras no valen nada: han sido desmentidas tan repetidamente, que el ciudadano ya no puede confiar en declaraciones de intenciones, en discursos ni en promesas. Y si las palabras no se respetan, si se inventan o se les cambia el sentido o no se aplican donde corresponde, entonces no tiene sentido el debate ni la misma política, ni puede hablarse de vida democrática.
Uno de los poemas de Espriu más conocidos se titula Indesinenter, que quiere decir incansablemente. Es de los más conocidos porque lo musicó admirablemente Raimon. “Nosaltres sabíem/ d'un únic señor/ i vèiem com/ esdevenia/ gos”. “Nosotros sabíamos de un único señor, y veíamos como se convertía en perro. Envilecido por el vientre, por el halago al vientre, por el miedo, se agacha bajo el látigo con loco olvido de la razón que tiene…” Este poema profético y tremendo, algunos nacionalistas lo interpretan como una llamada a Cataluña (“el único señor”) a levantarse contra España (“el látigo”). No discuto que ese fuera el sentido que quisieron darle al poema el poeta y el cantautor, es posible, pero yo lo interpreto de otra forma: como una invitación al coraje cívico y como una exaltación del valor de la palabra.
Indesinenter tiene un verso en concreto que es inolvidable, un verso que interrumpe el relato sobre la miseria y cobardía del “viejo vencido” para –es el punto álgido del poema— exhortarle a levantarse y hablar, a gritar en la voz de Raimon una verdad, algo en lo que he pensado muchas veces, sin estar seguro, sin decidirme a creer si está en lo cierto o si es otra ilusión: “Car les paraules vessen de sentit”: porque las palabras desbordan sentido.
¿Desbordan sentido de verdad? ¿O son intercambiables? ¿Pesan o se las lleva el viento? En Alicia en el país de las maravillas, libro donde por cierto se intercalan unos poemas que no significan absolutamente nada pero que suenan muy bien, un personaje llamado Humpty Dumpty sostiene que “las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen, ni más ni menos… la cuestión es saber quién es el que manda, eso es todo”.
¡Cuántos Humpty Dumpties, cuántos Humpty Dumpties alrededor! La ministra Montero dijo hace unos días a propósito del pacto ERC-Gobierno que éste “ni es un concierto económico ni es una reforma al uso del sistema de financiación”. Como decía El País, “el acuerdo no recoge en ningún momento el término "concierto económico". Los socialistas, de hecho, se sienten más cómodos con la etiqueta "financiación singular". ¡Se sienten más cómodos! Toma, claro: para negar la barbaridad que han firmado, un recurso practicable es cambiarle el nombre. Eso es lo que ha hecho la vicepresidenta María Jesús Montero. (El presidente no dice nada, sabiendo que todos sabemos que no tiene credibilidad).
Preguntado sobre el tema, Borrell prefiere la verdad a los subterfugios: “¿Para qué vamos a negar que es un sistema de concierto y refugiarnos en que es una cosa singular?”, ¿Qué quiere decir singular? Yo he dicho que es un sistema de concierto y me reafirmo en ello. Y no pasa nada… El pacto entre los socialistas y ERC asume post mortem el relato del procés”. ¿Y por qué no se calló Borrell, pudiendo hacerlo? Porque “Las palabras tienen un significado… no quiero pasar por un mentiroso”.
“Las palabras tienen un significado”… Volví a acordarme de Indesinenter.