Este país nuestro, maravilloso, ecléctico, es la monda. Si no existiera sinceramente habría que inventarlo. El ruido político en todos los rincones de España se ha convertido en una constante, una alteración que distorsiona los intentos de la ciudadanía por disfrutar del verano y de los Juegos Olímpicos. Y ese ruido es capaz de aunar situaciones de calado como ver qué va a ocurrir en el presunto pacto para que Salvador Illa sea presidente en Cataluña, la venganza por capítulos que generaría esa situación entre las huestes de Braveheart Puigdemont, y el futuro de la gobernabilidad de España con noticias que parecen más propias de la factoría del semanario humorístico El Jueves que de la administración central.
Les supongo enterados de las ideas expresadas por el señor Becerra, director general de los Derechos de los Animales, (¿habrá casting de apellidos para ocupar ese cargo?) en las que manifestó su deseo de prohibir la presencia de la mascota de la Legión en los desfiles de esta fuerza militar. Vamos, que si fuera por el Gobierno, la cabra no podría desfilar con sus correligionarios a los conocidos 160 pasos por minuto. El argumento indicado por José Ramón Becerra es el estrés al que está sometido el animal.
La verdad es que con la de asuntos importantes que afectan al conjunto de la sociedad española y que están de plena actualidad sorprende que en algún departamento de la administración se les pase siquiera por la cabeza tales ocurrencias. No sé si el objetivo es establecer una cortina de humo o simplemente es la necesidad de dar la nota pero no parece que ese animal (permítanme que empatice con él pero entiéndanlo, soy capricornio) sufra de un gran estrés cuando es la reina de la fiesta en los desfiles ni que haya cabras en el mundo mejor cuidadas que las del Tercio.
Más bien parece una provocación a esa parte de la ciudadanía que simpatiza con ritos o costumbres que para determinados colectivos de la izquierda son un batallón de retrógrados. Primero fue la andanada a los toros por parte del ministro de Cultura y ahora el toque a la Legión. Estoy convencido de que a muchos miles de españoles les resulta indiferente que haya cabra o no en un desfile, pero seguro que también les parece una polémica desproporcionada y absurda sacar ese tema a colación. Como si no hubiera trabajo en otras áreas del cuidado animal -échenle más vigilancia al abandono de mascotas- y de otros muchos temas que preocupan a la mayoría.
La verdad, me hubiera gustado ver la expresión del rostro de la ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando el señor Becerra entró en escena. Como si las cuestiones cotidianas en un ministerio como ese fueran fáciles. Quizás la mueca de desaprobación de Robles tendrá alguna repercusión, pero lo que está claro es que por la cabeza de la ministra debió pasar un viaje de urgencia de Becerra a las primitivas rutas de la trashumancia.