Hará cosa de dos años, Gregori Civera me contaba emocionado con una taza de té en la mano que le habían encargado un nuevo proyecto artístico: fotografiar las Cases Barates de Bon Pastor, un barrio de viviendas de protección social a orillas del río Besòs, que estaban a punto de derrocar. Gregori se había pasado toda la mañana charlando con gente del barrio, en su mayoría jubilados de origen inmigrante, que le contaron las alegrías y las penas de haber crecido en una zona marcada por la pobreza y la falta de recursos.

“Muchos sufren hoy graves problemas respiratorios por culpa de la humedad del río”, me explicó, entre sorprendido e indignado. Civera podría haber sido buen fotoperiodista, porque es observador, sensible y tiene una enorme curiosidad por la humanidad y sus problemas. Sea una obra arquitectónica, un callejón sin salida de Gibraltar o un vecino de Bon Pastor, no utiliza la cámara para juzgar aquello que retrata, sino para aportarle dignidad.

La prueba más evidente de esta mirada suya tan particular la encontramos en la serie de fotografías que ha realizado para la exposición Una ciudad desconocida bajo la niebla. Nuevas imágenes de la Barcelona de los barrios, en el MACBA hasta el 12 de enero de 2025. La muestra ofrece un recorrido fotográfico por las antiguas “periferias” de la ciudad, desde el Besòs a la Zona Franca, pasando por Montjuïc y Collserola, a cargo de 13 fotógrafos diferentes con el objetivo de documentar la evolución urbanística y social de la capital catalana en los últimos años.

Para documentar las Cases Barates de Bon Pastor, una barriada de viviendas de protección oficial de alquiler levantada en 1929 en el marco de una iniciativa para poner fin al chabolismo y la autoconstrucción en el centro de la ciudad, Civera se ha centrado en retratar a sus habitantes en el momento de su reubicación a bloques de apartamentos modernos poco antes de que sus viviendas fueran derruidas. Un momento que pudo resultar traumático, nostálgico o incluso “injusto”, pero él huye de cualquier mirada compasivo.

Su objetivo es empatizar, empoderar al sujeto que retrata, como ese hombre delgado de sonrisa tímida, de pie en medio de su comedor, enfundado en unos guantes de bricolaje amarillos, a punto de desmontar (o eso parece) un armario. A su lado, sobre la mesa de comedor, una pila de platos, un porrón de vidrio vacío y diversas herramientas de trabajo, formando una especie de bodegón de una mudanza.

Otra fotografía que me gusta mucho es la de un señor mayor sentado en los escalones frente a la puerta de su casa, sujetando un bastón con las manos cruzadas, como si rezase. Sus pies, enfundados en gruesos calcetines y zapatillas de lana, reposan sobre la acera limpia y soleada. Una acera que los primeros habitantes de este barrio marcado por la insalubridad y la falta de infraestructuras no disfrutaron hasta muchos años más tarde, como cuentan los testigos entrevistados en la exposición audiovisual del MUHBA Bon Pastor, un pequeño museo muy recomendable ubicado en una de las pocas Casas Baratas que quedan hoy en pie.

La tercera fotografía que más me ha gustado de Civera muestra a un matrimonio de unos sesenta años haciendo la sobremesa frente a su casa, en plena calle. El hombre está a punto de descorchar una botella de cava, la mujer sonríe con los ojos semicerrados por culpa del sol del mediodía. Sobre la mesa, cubierta con un hule de cuadros verdes, reina un desorden de envoltorios de plástico, restos de embutido, botellas de refrescos, un trozo de chistorra y una rebanada de pan reblandecida. Una escena cotidiana que ya no volverá a repetirse en esa calle, pero da igual, porque lo que importa es poder repetirla de nuevo donde sea.

Civera va más allá del retrato social: independientemente de nuestros orígenes y valores morales, nos dice que todos somos seres humanos anhelando bienestar. Ya podemos empezar a comprar jabón ecológico a granel, limitar nuestro consumo en Amazon o intentar comer poca carne, pero ¿y si resulta que igual luego nuestro jefe nos ordena que cojamos un avión transatlántico súper contaminante para cerrar un acuerdo o trabajamos en un banco que invierte en empresas de armamento o productos financieros chungos? Mejor no juzgar.