La voracidad del Grupo Meta por acumular datos de sus usuarios parece no tener límites. Aunque de momento ha cancelado su programa en Europa, explicado a través de una
escueta nota, esta corporación multimillonaria pretendía, de momento sin éxito en el continente, usar fotos privadas de los usuarios de Instagram, Facebook y Whatsapp para entrenar sus algoritmos de inteligencia artificial. Esta medida, que raya en lo distópico, merece una crítica por las implicaciones éticas, legales y sociales que conlleva.

Meta ha demostrado una y otra vez que la privacidad de sus usuarios es una consideración secundaria frente a su insaciable apetito de datos. Las fotos privadas contienen información extremadamente personal, desde momentos íntimos hasta detalles sobre la vida diaria y los usuarios nunca han consentido que se utilicen para entrenar IA. Meta alega que estos datos se anonimizan, pero esa excusa ya no engaña a nadie. La capacidad de reidentificar información anónima es una amenaza bien documentada, y confiar en la “anonimización” es tan ingenuo como confiar en que un lobo cuidará ovejas. Ellos mismos nos están demostrando que es mentira.

Pero es que lo mismo sucede cuando el bienintencionado de recursos humanos de nuestra empresa nos dice que por fichar con datos biométricos no pasa nada porque solo son “trazas” y puntos concretos. Claro, por eso me reconoce a mí y no a mi compañero de al lado, y no sé quién tiene esos datos.

Además, el Reglamento General de Protección de Datos de Europa es claro: las empresas deben obtener un consentimiento explícito y específico para el uso de datos personales. ¿Y qué hace Meta? Intenta pasar por alto estas regulaciones con una arrogancia descarada. No hay transparencia, no hay consentimiento informado. Es una burla a la legislación que protege nuestros datos. Meta pretende actuar como si estuviera por encima de la ley, un coloso intocable que puede hacer lo que quiera con nuestra información privada. Incluso para un experto en estos temas es realmente difícil llegar a saber lo que quieren o van a hacer con nuestra información personal. El consentimiento podría así estar viciado de origen.

Recopilar masivamente fotos privadas para entrenar algoritmos de IA es como acumular dinamita en un sótano húmedo: solo es cuestión de tiempo antes de que ocurra una explosión. Los ciberataques son cada vez más comunes, y Meta está creando un objetivo perfecto para los hackers. ¿Qué pasa cuando esas fotos privadas se filtran? Las consecuencias pueden ser devastadoras para la privacidad y seguridad de millones de personas. Meta está jugando con fuego, y somos nosotros quienes podemos quemarnos.

¿Cómo se supone que debemos sentirnos sabiendo que nuestras fotos privadas podrían ser utilizadas sin nuestro consentimiento? La invasión de privacidad genera ansiedad y desconfianza y no solo en la plataforma Meta. La sensación de ser observado y manipulado erosiona la confianza en las plataformas que supuestamente están diseñadas para conectarnos. Además, estas fotos pueden alimentar tecnologías invasivas como el reconocimiento facial, exacerbando aún más el temor y la desconfianza.

Desde un punto de vista ético, la práctica de Meta es repugnante. Todo se arreglaría si ellos fuesen honestos consigo mismos y cumpliesen el espíritu de la ley. Las empresas tecnológicas tienen la responsabilidad de respetar la privacidad de sus usuarios. Meta, sin embargo, parece más interesada en explotar nuestros datos para su propio beneficio que en actuar de manera ética. Esta explotación desenfrenada de datos personales sin considerar los derechos individuales es una práctica que debe ser condenada enérgicamente.

La iniciativa de Meta de utilizar fotos privadas de usuarios para entrenar su inteligencia artificial es un atropello a la privacidad, una burla a las leyes y una irresponsabilidad ética. Es crucial que nos opongamos a estos abusos y exijamos responsabilidad. Las empresas tecnológicas no pueden seguir actuando como si los datos personales fueran suyos para explotar a voluntad. Los usuarios deben tener control sobre su información, y las leyes deben ser respetadas y fortalecidas para protegernos de estos gigantes corporativos.

Meta argumenta que Europa no podrá utilizar su IA si no pueden utilizar las fotos para entrenarla. No deja de ser una actitud arrogante pretendiendo que, al final, le tengamos que dar las gracias por que utilicen nuestras fotos y se erijan como unos salvadores y valedores de la nueva tecnología. Puro márketing comunicativo. Simplemente lo suspenden por la presión de las Agencias de Protección de Datos europeas y porque ya se han presentado varias denuncias en diferentes países europeos. No nos engañemos, Europa es un mercado pequeño para Meta; algunas de sus aplicaciones ya son vistas aquí como cosas de boomers cuando en el resto del mundo no. Y van a sacar adelante su proyecto con Europa o sin ella.

En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, debemos asegurarnos de que los avances no se logren a expensas de nuestros derechos y nuestra privacidad. Meta debe ser detenida por completo, y no como ahora que simplemente actúan en Europa por presión popular, en su afán de manipular y explotar nuestros datos privados, y nosotros, como sociedad, y no solo en Europa, debemos exigir un cambio radical en la manera en que nuestras informaciones personales son manejadas. Será muy gracioso cuando vayamos a unos grandes almacenes y encontremos maniquíes virtuales con la cara de nuestros hijos.