En política, tan importantes son los aciertos como no cometer errores no forzados, y la facilidad con que Alberto Núñez Feijóo mete la pata tanto en algunas intervenciones en el Congreso como en la recta final de las campañas desconcierta a los analistas y genera desazón en las filas del PP.
A pocos días de las elecciones, todo se exagera y se deforma por los rivales, pero el error del líder popular al no descartar apoyarse en Junts en una eventual moción de censura es de manual de primero de comunicación política.
Además, es contradictorio afirmar, como hace taxativamente la número uno del PP al Parlamento Europeo, Dolors Montserrat, en la entrevista en Crónica Global, que Carles Puigdemont será president de la Generalitat con la complicidad del PSC y, al mismo tiempo, dejar entrever, como hizo Feijóo en conversación con Susanna Griso, ni que sea de forma remota, que en Junts estén dispuestos a sumarse a una iniciativa parlamentaria para derribar a Pedro Sánchez.
También resulta paradójico afirmar en paralelo que el procés sigue vivo, como si la pérdida de la mayoría absoluta independentista no fuera un dato objetivo suficientemente valioso.
“Quien tiene boca, se equivoca”, reza el refrán, pero Feijóo lleva equivocándose demasiadas veces. Los errores de estrategia en las generales de 2023 fueron de bulto: los contradictorios pactos con Vox movilizaron a la izquierda, su ambigua declaración sobre el narcotraficante Marcial Dorado resucitó un viejo fantasma, y su indefinición en algunos temas, como las pensiones, ahondó en una imagen de falta de liderazgo. Lo peor de todo es que dio por hecha la victoria y la consecución de la mayoría absoluta con el apoyo de la ultraderecha.
Y en las gallegas, cuando faltaban pocos días para la votación, alimentó la polémica en un encuentro off de record con periodistas sobre la posibilidad de un indulto condicionado a Puigdemont y admitiendo que el PP estudió la amnistía tras reunirse con Junts. El ruido mediático alimentó la idea de que la mayoría absoluta en Galicia estaba en peligro, lo que hubiera finiquitado la presidencia al frente de la Xunta de Alfonso Rueda y representado un durísimo revés para Feijóo de insospechadas consecuencias.
Y esta vez ha vuelto a ocurrir. Justo cuando el PSOE intenta enterrar la amnistía, el PP regala al Gobierno el argumento de que, con tal de echar a Sánchez de la Moncloa, Feijóo estaría dispuesto a ir de la mano tanto con Vox como de Junts. Puede que el asunto no pase de ser una tormenta en un vaso de agua, que la polémica tenga un interés más periodístico que ciudadano, ante una campaña electoral europea que se hace demasiado larga. Pero sorprende muchísimo que el líder del PP, que es un político veterano, sea tan naif para regalar ese arsenal de crítica a sus rivales, tanto a la izquierda como a la ultraderecha.
¿A qué se debe tanta bisoñez? ¿Estamos frente a un político ingenuo? ¿Por qué en lugar de obsesionarse en sus discursos con poner fin al sanchismo no se centra en propuestas concretas para mejorar España? Cuando faltan tres días para el cierre de la campaña europea, hay miedo en el PP ante la posibilidad de un gatillazo electoral, a un triunfo pírrico, un escenario próximo al empate, lo que desmontaría el relato de que lo sucedido en julio de 2023, con una victoria que se transformó en una amarga derrota, fue un accidente.
Si el domingo el PP no puede seguir sosteniendo la tesis de que el rechazo a Sánchez es mayoritario en la sociedad española, y que urge ir a nuevas elecciones, a Feijóo se le va a complicar mucho la legislatura.