Por fortuna, ha terminado ya la campaña electoral catalana y el Gobierno central podrá dedicarse a lo que de verdad importa: luchar contra los bulos. Quienes aseguraban que los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez eran un cuento chino sin utilidad alguna, deberán retractarse de sus palabras: durante sus ejercicios espirituales, el presidente del gobierno pensó mucho, vaya si pensó, hasta el punto que decidió terminar con las mentiras en todo el mundo, no se veía una cruzada semejante desde la Liga Antialcohólica, que se propuso terminar con el consumo de bebidas espirituosas. Con el éxito de todos conocido.

Pedro Sánchez ha sido siempre un paladín de la verdad, de ahí que jamás mienta, se limita a cambiar de opinión. Uno puede prometer dinero en caso de necesidad a su amigo del alma y no prestárselo al llegar el momento, o fidelidad a su señora y saltar de cama en cama, o renegar de la amnistía y al poco tiempo concederla, pero todo eso no son embustes, son cambios de opinión. Nótese que los Diez Mandamientos condenan la mentira, pero no los cambios de opinión, de lo que se infiere que incluso Dios está de parte de Pedro Sánchez, como bien saben sus feligreses (los de Sánchez, no los de Dios), que por eso van a adorarlo (a Sánchez, no a Dios). Es normal que alguien tan honesto como el presidente del Gobierno no soporte las mentiras. De hecho, como además de honesto es un hombre comprensivo y bondadoso, es capaz de perdonar algunos bulos, en concreto los que afectan a rivales políticos. En cambio, con los que le conciernen a él, a su familia o a su gobierno, es inflexible, hasta ahí podíamos llegar.

Hasta ahora, quien se consideraba perjudicado por alguna falsedad que sobre él había publicado cualquier periódico -digital o no- o web de noticias, podía denunciarlo en el juzgado, que para eso existen las leyes que protegen la imagen y la reputación de todos los ciudadanos. Así se ha hecho toda la vida, y parece que la cosa funcionaba, sentencias hay que lo corroboran. Sucede que a Pedro Sánchez eso le parece poca protección y además no se fía mucho de los jueces, así que es mucho mejor que sea un organismo o persona independiente quien califique una noticia de bulo y castigue convenientemente a quien la haya publicado. Lo ideal sería que fuese el mismo Sánchez quien acusara y sancionara a los medios desafectos, que para eso es nuestro paladín de la verdad y jamás miente, pero el hombre tiene muchas obligaciones, y por si fuera poco está profundamente enamorado de su señora (como hemos sabido recientemente todos los españoles, nos importara o no su vida sentimental), con lo que tiene que dedicarle a Begoña algo de tiempo. Ni siquiera él (Sánchez, no Dios) puede estar en todo.

Modestamente, y en aras de ayudar, propongo que sea un destacado miembro del PSOE el encargado de censurar, digo de castigar, a los medios de comunicación que no se comporten con el debido respeto hacia el presidente, su familia, sus amigos y sus correligionarios. Entiendo que no va a ser fácil encontrar un candidato, porque la mayoría ya han sido colocados en otros puestos -Efe, RTVE…-o en consejos directivos de empresas con participación pública, pero alguno debe de haber que se haya despistado a la hora de preguntar qué hay de lo mío. Ese es el hombre que buscamos, da igual quien sea y a qué se dedique. Al fin y al cabo, no se requieren muchas capacidades, basta con calificar de falsa cualquier información que perjudique al Gobierno, y proceder multar al medio de comunicación que la haya publicado, o mejor todavía, a cerrarlo por siempre. A ver si aprenden los jueces que la libertad de expresión es muy bonita, pero sólo cuando así lo cree Sánchez.