Lo del sábado fue pornografía. De la dura, además. El comité federal del PSOE se debería haber celebrado de madrugada, cuando los niños duermen, para que no pudieran ver esa exhibición de mal gusto, esa reunión soez, esa obscenidad que se llevó a cabo a plena luz del día. Incluso yo, que peino canas y las he visto de todos los colores -fui un asiduo de la Sala Bagdad, en Barcelona- de vez en cuando tenía que desviar la mirada del televisor, tal era la inmundicia de las imágenes. Qué asco.
No es que uno se haya caído del guindo y pensara que hasta ahora en España la política era cosa seria, ya he dicho que peino canas. Pero hasta el sábado no había visto representar en directo la definición exacta de populismo. Aunque, si hemos de ser sinceros, el populismo y la vergüenza empezaron unos tres días antes, con la carta del hombre profundamente enamorado de su mujer dirigida a una tal “ciudadanía”. Lo del sábado no fue sino su colofón: un montón de personas aparentemente adultas, reuniéndose para venerar a su líder, como si de una secta se tratase. No faltaron más que cojos de mentira tirando las muletas y echando a correr, tras ser milagrosamente curados sólo por haber hecho acto de presencia en semejante misa pagana.
También se jaleó a la esposa, en este caso ignoro por qué razón, supongo que sería para felicitarla por tener a su marido profundamente enamorado. Estar profundamente enamorado es un escalón superior a estar enamorado a secas, eso último lo puede estar cualquiera, casi sin proponérselo. El escalón siguiente a estar profundamente enamorado es ya estar perdidamente enamorado. Se conoce que Sánchez no ha llegado todavía a ese estadio, o los vítores se continuarían escuchando hoy, pues al parecer en España se da más valor al amor que a la decencia. Y, aun después de estar perdidamente enamorado, cabe todavía estar locamente enamorado; de su carta se deduce que Sánchez coquetea ya con ese grado superior, aunque más por el lado de la locura que por el del amor. Sea como sea, lo de vitorear a la mujer del caudillo es típico de todos los populismos, no hay más que recordar cómo se desgañitaba la gente con Evita o con Marta Ferrusola, la santa de Jordi Pujol.
Eso sí, se debería haber tenido en cuenta que en la calle Ferraz la gente queda un poco apretada. Cabe recordar que se han fletado autobuses desde toda España para que los fieles le vayan a mostrar su apoyo.
Llámenme mojigato, pero a la gente decente, esas exhibiciones públicas de impudor nos dan un poco de vergüenza. Si quieren dar rienda suelta a sus bajas pasiones, háganlo, pero a puerta cerrada, que los niños no tienen por qué saber antes de tiempo a qué se dedican los mayores cuando cierran las luces del dormitorio. En la Sala Bagdad vi espectáculos menos lascivos.