La carta de Sánchez ha sorprendido por igual a tirios y troyanos. Para unos, con su amenaza en diferido, ha puesto en evidencia una personalidad inmadura, propia de un adolescente caprichoso con una piel extremadamente fina. Para los suyos, el presidente se ha revelado como el héroe que lucha incansablemente contra las fuerzas del mal: la coalición de derechistas y ultraderechistas. Pero de tanto bregar solo, el líder psoísta está cansado, necesita que le jaleen y, aún más urgente, que le apoyen a pies juntillas y prietas las filas al grito ¡No te vayas! o ¡Sánchez, Sánchez, Sánchez! queremos…

Decía Sebastián Brant en su maravilloso libro La nave de los necios (1494) que “quien toma el mundo entero sobre sus espaldas, cae en un momento”. Sánchez quizás lo ignore, por eso quiere llevar en volandas lo que para él es ya demasiado levantar. Con su carta ha hecho público que requiere el respaldo de todos los progresistas del mundo entero, y así hasta el triunfo final.

España se le ha quedado pequeña y en el Congreso sólo ve pájaros de vuelo bajo y gallináceo. Ya no tiene rival ni en la oposición, después de haber ganado 9 a 1 en el País Vasco. Visto de esa manera tan simplista, los próximos resultados electorales en Cataluña serán también similares. Luego, Él precisa volar más alto. Y con una falsa humildad ha implorado en su carta: socialistas del mundo uníos a mí.

Un necio es, dejó escrito Brant, quien toma todas las cosas por su lado peor y a todos cuelga un sambenito, pero no piensa en sus propias faltas. Mantener seis años encendida “la máquina del fango”, con el constante recordatorio de la corrupción del PP, ha terminado por salpicar a su bancada por sus titos bernis y demás terrario koldiano. Y, en consonancia con sus acusaciones de hay más…, el ventilador ha cubierto de gloria a su mujer. Ha sido un error mayúsculo alimentar tanto tiempo un insistente señalamiento del PP por su inmoralidad. Al final, con su errática estrategia Sánchez ha conseguido que todas sus señorías, da igual la fuerza política, sean sospechosas de corrupción.

“Muchos sienten gran contento en dividir a todo el mundo y en poder sembrar la discordia, de la que brotan la enemistad y el odio”, recordó Brant. El discurso guerracivilista o la polarización del país es una forma de hacer política de previsibles resultados devastadores. Es indiferente que el lunes Sánchez diga que continúa o que se va, si la política nacional sigue dirimiéndose entre el bloque progre-ultranacionalista y el derechista-ultraderechista. Ningún ciudadano ha votado a uno de esos bloques. Son sus señorías -Sánchez a la cabeza- las que han inventado e impuesto esa división con sus irresponsables juegos parlamentarios.

Además, es evidente que, desde el final del terrorismo etarra y el inicio del procés, el minoritario independentismo ha invadido y alterado el funcionamiento de la democracia española. Pero la responsabilidad por un posible fallo multiorgánico no es sólo de ese tumor primario, sino de la incapacidad de los principales partidos para combatirlo. Mientras no se aplique el tratamiento adecuado, la metástasis avanza imparable.

De seguir así, da igual si el lunes asistimos a otro concierto o a la consumación de un desconcierto. Da lo mismo, pero será muy grave si “el necio vuelve a su cascabel como el perro a su vómito”.