Se venía gestando desde hace tiempo y esta pasada semana aparecieron los datos de la Junta de Seguridad Local de Barcelona. No repetiremos aquí las cifras que ya conocen ustedes pero el muestrario ofrecido por las autoridades no puede ser más inquietante. Cataluña está hecha un desastre y Barcelona, quizás con más número de policías que nunca adscritos a la ciudad, confirma su liderazgo vergonzante en número de delitos en España y ocupa un destacado segundo lugar en las ciudades europeas con mayores registros de robos con fuerza por detrás de Bruselas. Vamos, un panorama complicado que requiere de una conjunción de fuerzas de todas las administraciones afectadas tanto en las cuestiones en las que ellas pueden actuar --el plano policial-- como donde no tienen la voz de mando pero sí pueden influir, los aspectos judiciales.
El retoque de la ley y la modernización de los sistemas empleados por la justicia, denunciados más de una vez, se presentan como los grandes inconvenientes que evitan que los multirreincidentes empiecen a dejar de serlo. En cualquier caso, la ciudadanía, harta y preocupada de tanto robo, exige a sus representantes del ayuntamiento y de la Generalitat que empujen al poder legislativo a lograr modificaciones legales que sirvan para frenar una situación insoportable. La acción policial precisa de más medios pero es verdad que en los últimos tiempos se están corrigiendo los déficits de agentes. Lo corrobora que los delincuentes multirreincidentes han sido detenidos muchas más veces últimamente pero eso no ha evitado que su ingente tarea delictiva haya disminuido.
Los ciudadanos no pueden recibir la respuesta de que no se puede hacer nada porque la ley lo impide. Cuando una ley perjudica hay que cambiarla pero también hay que exigirle a los responsables de nuestras administraciones que interpreten de la mejor manera la actual legislación para exprimirla en beneficio de las víctimas de los robos. A la gente le importa menos qué o quiénes ostentan la responsabilidad para evitar que los multidelincuentes campen a sus anchas y sí, en cambio, sólo pretende que haya una presión sin excusas para que la actual situación se revierta.
Sacar de la realidad callejera a varias decenas de ese repetitivo tipo de delincuente cambiaría el panorama de la ciudad de manera definitiva. Existen muchos otros delitos pero sin duda los hurtos y los robos con fuerza son los que alimentan una mayor sensación de inseguridad y colocan a la ciudad en un escaparate funesto, muy diferente del que se pretende tener en la ciudad con eventos y ferias de alto nivel internacional como el Mobile que empieza hoy, un caramelo para ese ejército del robo que vive debajo de la alfombra casi sin inmutarse.