La España plural, atacada por una derecha arrinconada en el extremo, sobrevive en la pleamar del insulto. Cuando hablan del nuevo Gobierno, Núñez Feijóo y Miguel Tellado no acompañan su forma exasperada de un fondo riguroso de oposición. Más de lo mismo. Nadie discute ya la diferencia entre el arte del motivo o el arte de la forma, porque ambos son la misma cosa.

La palabra hace la cosa, algo muy visible en la grotesca chalanería de Puigdemont o en la voz insultante de los padres del Brexit. El sustantivo lo es todo, dejó escrito el doctor Samuel Johnson, y, un siglo y medio antes del lexicógrafo inglés, lo deslizó Alonso Quijano bajo el despechado humor cervantino.

El partido conservador español no se da cuenta de que tiene delante de sí la oportunidad de desbancar cualitativamente a Sánchez, porque le supera mucho en intención de voto (últimos sondeos). Pero el PP no asume el consejo de quienes le proponen desde dentro un discurso profundo de oposición con un abanico amplio, entre el centro y la extrema derecha de Vox, que acabaría convirtiendo en residual al partido de Abascal o regresando a la casa común del PP.

Pero no hay forma: en Génova, el ímpetu animal le gana la partida a la belleza del estilo; la fuerza bruta vence a la razón; la materia se impone al espíritu; la emoción hace frente al sentido común; el toro rebate el arte de la tauromaquia; la vestimenta del matador reclama la pedrería de su futuro mausoleo. Cuando el gesto puede más que el discurso, se persigue el éxito sin hazaña, la coda sin ópera, el desenlace sin trama. Se invierte el orden de los factores. Y, con todo este ruido, Feijóo parece no entender que la victoria de Sánchez despierta más envidias que placeres, más desconfianza que tiento.

Tampoco sabe que el tiempo lo cura todo, porque si el nuevo Gobierno se mantiene, tras los Presupuestos Generales de 2024, convencerá; la España federal afianzará su hegemonía; el Aragón del archiduque Carlos pasará delante de la Castilla de Anjou; los trozos serán el todo y la falacia del “España se rompe” volverá al redil, allí donde los colocaron Larra, Blanco White, Chaves Nogales y Juan Goytisolo, sin cuestionar nunca la unidad.

La vía trumpista es el peor enemigo de la oposición española, como se puede comprobar ahora en el ejemplo del Reino Unido de Rishi Sunak, de capa caída, tras haber recuperado a Cameron en el Foreign Office y revivir ambos el ánimo disoluto de su juventud en Oxford, sin llegar, claro, a los excesos de Boris Johnson. El populismo hunde a los tories ingleses y divide a los democristianos alemanes, dos cosas que nos atañen directamente.

Hoy mismo está prevista una resolución de Manfred Weber, presidente del PP en la Eurocámara y miembro de la retrógrada Unión Social Cristiana de Baviera, en contra de Ursula von der Leyen (CDU), presidenta de la Comisión, con el concurso del PP español. La ruptura de las derechas en Alemania (CDU frente a CSU) y británicas nos afecta. Es la batalla latente entre la multilateralidad de la UE, frente a la unilateralidad de un sector duro del PP europeo y de los nacionalismos opacos, entre los que cabe incluir a la propia Baviera, por detrás del soberanismo catalán y del ostracismo calculado de Valonia (Bélgica). Más allá de los discursos y los motivos de conveniencia, el PP europeo de Weber se acerca por pura incapacidad –no por voluntad– a la ruta de los nacionalismos.

En España, la distancia entre los planes de Feijóo y la determinación de Díaz Ayuso se agranda y es otra forma de desaprovechar la bonanza de las consultas. La presidenta de Madrid se opone al pacto en Doñana entre la Junta de Andalucía de Moreno Bonilla y Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno; este nuevo gesto de Ayuso se aleja de la presidencia de su partido y desvela definitivamente la era de los tres pepés: el de los barones con Feijóo, el de Ayuso por libre y el de Feijóo como líder nominal, que no consigue concretarse.

La pleamar sube, pero los diversos frentes simultáneos no parecen perturbar a Moncloa. En el puente de la nave se atisba Tierra firme, el título del libro de Pedro Sánchez que presentará Península en su campaña de Navidad.