En unas horas voy a quedar con un hombre que he conocido por una app de citas y, a juzgar por los mensajes que nos hemos cruzado, intuyo lo que pasará. Cerveza en mano, se pondrá a hablar de su estupenda carrera profesional, de lo guay que es el nuevo proyecto que tiene entre manos, de lo bien que educa a sus hijos y de lo mala que es su ex y cualquier otra persona que se haya interpuesto en su éxito personal o laboral.

Con un poco de suerte, cuando el camarero interrumpa con la segunda cerveza, se dará cuenta de que llevo un buen rato sin decir nada –exceptuando algún “¡qué interesante!” o “¡qué bien!” para mantenerlo motivado–, y querrá saber algo de mí. Entonces empezaré a contarle alguna anécdota, pero él enseguida utilizará cualquier pretexto para girar la conversación hacia su terreno –“pues yo, pues a mí...”– y yo, mentalmente, me reñiré a mí misma por haber vuelto a caer en la trampa de un narcisista guapo y lamentaré no haberme quedado en casa viendo una serie.

“Venga, dale una oportunidad”, me dice mi hermana, con quien solemos hacer psicología barata sobre nuestros ligues y sobre los hombres en general (bueno, ella ha estudiado Psicología, así que sus opiniones tienen más fundamento).

Le cuento emocionada que acabo de descubrir el concepto tríada oscura, una forma de definir a las personas con elevados rasgos de narcisismo, maquiavelismo y psicopatía, y le paso un test online para descubrir si nosotras lo somos. Una de cada 14 personas en este mundo pertenece a la tríada oscura, señala el periodista de The Atlantic Arthur C. Brooks basándose en un estudio realizado por un grupo de investigadores norteamericanos en 2020, así que lo más probable es tropezar con alguno en el trabajo, en el amor o en la amistad. Parece que ninguna de las dos lo es. Uf.

“Yo, la verdad, me siento más de la tríada luminosa”, le digo a mi hermana, consciente de que igual mi comentario está siendo narcisista. El concepto tríada luminosa fue desarrollado en 2019 por Scott Barry Kaufman, psicólogo de la Universidad de Columbia (EEUU), con el objetivo de identificar personas con cualidades opuestas a la tríada oscura e inyectar un poco de optimismo en los estudios psicológicos.

La tríada luminosa tiene en cuenta tres rasgos concretos: humanismo, es decir, la capacidad de creer en la dignidad y el valor inherente de cualquier ser humano; kantismo, que significa tratar a las personas como fin en sí mismo, no como objetos a tu servicio (como hacen los maquiavélicos y narcisistas, por eso siempre quieren rodearse de gente importante, de “triunfadores”, y menosprecian a los que no les sirven de nada o se interponen en sus objetivos); y la fe en la humanidad, que consiste en creer en la bondad de las personas, en lugar de sospechar todo el tiempo que la tienen contigo. Me hago otro test y respiro tranquila al leer el resultado: “Tiendes 43% más a la tríada luminosa que a la oscura. Eres 13,93% más luminoso que la persona promedio”.

En otra de sus columnas recientes, Brooks advierte de que hablar únicamente de uno mismo a veces no es señal de narcisismo, sino de depresión. Cita un estudio publicado en 2019 en el Journal of Personality and Social Psychology para el que se entrevistaron a cerca de 5.000 personas con el fin de medir la relación entre los síntomas depresivos y las conversaciones centradas en el “yo”. Hallaron una correlación positiva, pequeña, pero fiable. Otros investigadores argumentan que las personas deprimidas pasan más tiempo pensando en sí mismas –se quejan mucho de su situación– y tienen dificultades para centrar su atención en otras personas. Eso provoca el rechazo de los demás, dificultando su recuperación.

Por último, Brooks da un par de recomendaciones a los que detecten que tienen tendencia a la conversación narcisista, un acto que de por sí genera chutes de dopamina similares al sexo o el deporte. Por ejemplo: si te vas a quejar de tu trabajo a tu pareja, empieza la conversación planteándole qué haría en tu lugar si le ocurriera esto o aquello. Si te vas a quejar del tiempo, no lo hagas en primera persona, sino en plan observación neutra: “Parece que hoy va a llover”, para ver qué piensa el otro. También recomienda buscar maneras de vivir más el presente (meditar, hacer ejercicio…) para evitar el loop de pensar demasiado en nosotros mismos para sentirse bien.

“El cerebro tiende a pensar en uno mismo por defecto, cuando no tiene otra cosa en qué pensar”. Sus consejos también valen para Instagram: cuelga imágenes de personas o cosas que te hayan sorprendido o interesado, y pasa un poco más de ti.