El domingo pasado, 50.000 personas se manifestaron contra la amnistía en Barcelona. En Sevilla hubo otra manifestación que solo congregó a unos centenares. La prensa madrileña, incluida la progresista, habla de éxito de una manifestación que aglutinó a 50.000 catalanes. Por partes. ¿Se imaginan lo que diría esta misma prensa si el independentismo congregara a este número de personas? Fiasco, pinchazo, desmovilización… serían los adjetivos utilizados. Dicen que los manifestantes eran catalanes. Para muestra, las entrevistas de varias televisiones a personas que venían desde diferentes puntos de España, por no hablar de Feijóo, Abascal, Moreno Bonilla, López Miras, Díaz Ayuso y Jorge Azcón, que se personaron en la mani con todo su séquito.

Cierto es, como dice el editorial de El País publicado el lunes, que la manifestación responde a que todavía existen “heridas del procés, pero no se engañen: la manifestación no fue un éxito. Más bien al contrario. Fue un fracaso de la derecha española, que no tiene un proyecto para Cataluña más allá del lenguaje inflamado. Abascal y Feijóo fueron juntos, pero no revueltos. Ya se encargaron de no inmortalizar una foto, pero revitalizaron su pulso por capitanear el descontento sobre una amnistía de la que todavía desconocemos todo.

Los que fueron al paseo de Gràcia encontraron rápido la ubicación: al fondo a la derecha. Una ubicación que no llamó a una gran parte del constitucionalismo, el de izquierdas. Desde Sociedad Civil Catalana se esforzaron en los días previos en simular la asistencia de líderes socialistas. Ni uno. Si hubiera habido uno, por pequeño que hubiera sido, lo hubieran entronizado en el altar de los héroes. Ni PSC, ni Sumar, ni su militancia, acudieron al fondo a la derecha.

No debemos extrañarnos. Es el modus operandi. Sacar a la gente a la calle. Se hizo con ETA, con el aborto, y con innumerables leyes que luego han sido asumidas por la derecha. Ahora toca volver a movilizar. Dicen que es por su no a la amnistía, pero lo cierto es que la derecha pone toda la carne en el asador para que se repitan las elecciones. Ese es el sueño de Feijóo para superar su bache de liderazgo. En el aplaudímetro, el líder del PP no superó ni de lejos los gritos de “presidenta, presidenta” que escuchó Díaz Ayuso.

Nada que ver con 2017. Cientos de miles de personas estaban presentes. Los socialistas también. Eran los únicos con poder municipal con fuerza para plantar cara. PP y Ciudadanos eran entes sin presencia en el territorio. Sociedad Civil Catalana era una organización transversal y plural. Ahora solo está al fondo a la derecha. Solo algunos tontainas, como Josep Maria Piqué, que ha vivido de la sopa boba servida en el abrevadero independentista, se atreven a confundir la SCC de 2017 con la de ahora, acusando a periodistas constitucionalistas de izquierdas de estar a sueldo de la organización. Soy uno de los señalados. Pero me da igual, porque no está hecho con mala fe, sino por ignorancia, incultura y tontuna, ya que se cree el ladrón que son todos de su condición.

La manifestación no fue un éxito. Fue como la de Madrid, solo para acólitos y algún pasado de frenada que ponía a caldo al Rey por encargar a Pedro Sánchez la investidura. Si fuera monárquico me preocuparía si el Rey solo tiene el apoyo de los descerebrados. Sin duda habrá más manifestaciones porque para la derecha la amnistía es un acicate para forzar elecciones. No les interesa poner el contador a cero porque viven mejor en la confrontación. La amnistía no trata de perdonar los hechos de 2017, las causas que nos llevaron a vivir un clima irrespirable, sino sus efectos en pro de la convivencia. La derecha no quiere amnistía, sólo elecciones.