Me he permitido una pequeña licencia en el título como homenaje a la película de François Truffaut Les quatre cents coups, considerada como una de las mejores de la Nouvelle Vague, para referirme a los 400 litros de aceite que un grupo de independentistas quería verter con el fin de boicotear La Vuelta ciclista a España a su paso por la comarca del Solsonès. El título de la icónica película se refiere a una expresión francesa (“faire le quatre cents coups”) que equivaldría en castellano a “hacer las mil y una trastadas”. Los autores, que fueron sorprendidos cuando intentaban poner en marcha el mecanismo, que contaba con una electroválvula, un temporizador, una manguera y dos bidones, la hubieran liado muy gorda de haber logrado derramar sobre el asfalto esos 400 litros de aceite en la tercera etapa ciclista entre Súria y Arinsal (Andorra). Afortunadamente, la Policía Nacional lo abortó porque, como es lógico, efectúa una labor de vigilancia sobre esos grupos (los CDR, etcétera) con oportunas pesquisas, desde escuchas telefónicas hasta el uso de agentes infiltrados o el pago a confidentes. Me parece oportuno subrayarlo porque el separatismo denuncia como insoportablemente represora la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. El propio Oriol Junqueras, al conocerse la noticia, la calificó como contraria “a las libertades fundamentales y a los derechos humanos”, exigiendo la inmediata libertad de los cuatro detenidos, y de paso, claro está, “la amnistía y la autodeterminación”. La expatriada Marta Rovira, secretaria general de ERC, en respuesta a otro tuit de condena de la portavoz republicana en el Ayuntamiento de Mollet, Marta Vilaret, denunció la persecución y represión del separatismo mediante el “espionaje”. Parece ser que los independentistas consideran como un derecho fundamental verter aceite o poner clavos en la carretera, lo que provocó diversos pinchazos entre ciclistas. Imagino que en la ominosa ley de amnistía que se prepara se incluirá un apartado para todas las gamberradas de los separatistas.

Los detenidos no llevaban ningún móvil encima cuando fueron sorprendidos, y parece ser que habían adoptado bastantes medidas de seguridad, lo que hace pensar que fueron delatados o espiados. Pues bien, en los últimos meses, coincidiendo con las elecciones locales, en mayo, y después con las generales anticipadas, en julio, los partidos independentistas y sus medios afines han vuelto a sacar el asunto de los espías camuflados, que ya va por cuatro casos. El más llamativo es el de Daniel H. P., curiosas iniciales que corresponden a su nombre ficticio como agente encubierto, denunciado ahora por “abusos sexuales” porque durante tres años mantuvo relaciones con al menos ocho mujeres que formaban parte de esos colectivos separatistas y antisistema. Argumentan, cinco de ellas, que el “consentimiento” es reversible, pues de haber sabido que era un policía no se hubieran acostado con él. Hay también el caso de una policía nacional, que actuaba bajo el nombre de María Perelló, infiltrada en movimientos sociales e independentistas en Girona y Salt a la que acusan de actuar “sin escrúpulos, sentimientos ni humanidad”. Resulta que durante un tiempo mantuvo una relación sentimental con el activista Òscar Campos, pendiente de ser juzgado, al que rompió literalmente el corazón, pues un día desapareció de su vida sin dar ninguna explicación tras haberle presentado incluso a su mamá. Ciertamente, la vida nos propina a veces muchos golpes, y cuando tu objetivo es destruir al Estado español, resulta que se te mete en la cama. El maestro Ramón de España escribió una crónica tronchante, titulada María I. T., sobre este caso tan chusquero al que dieron mucha bola, en solidaridad con el damnificado, tanto Jordi Basté desde RAC1 como Xavier Grasset en 3/24. Vaya por donde, España no solo reprime y persigue, sino que además rompe corazones.