Es difícil imaginar un episodio más lamentable y rocambolesco que el reciente de Luis Rubiales al frente de la Federación Española de Fútbol. El último de un sinfín de sandeces y abusos de poder le acerca al cese o la dimisión, pocos días después de su desbocado éxtasis tras ganar el campeonato mundial de fútbol. En el fondo, una muestra más de hasta qué mísera puede llegar a ser la condición humana cuando hombrecillos alcanzan el poder y pierden la noción de los límites.
De su presidencia, lo más interesante está siendo el silencio del mundo del fútbol cuando, desde hace años, se sabe perfectamente de sus correrías. Sin embargo, ningún directivo de club ha alzado la voz. Ello me ha recordado otras situaciones, más o menos similares, que se han venido dando en no pocas entidades.
En concreto, la que se vivió en la CEOE durante la presidencia de Gerardo Díaz Ferrán, que acabó siendo condenado por fraude e ingresando en un centro penitenciario. Antes de su caída, se conocían sus andanzas pero, durante años, ningún empresario alzó la voz hasta que el añorado José Manuel Lara, con su finezza característica, soltó algo como “Este tío es un chorizo. Hay que sacarle a hostias”.
Sin llegar al grado de deterioro institucional de la Federación de Rubiales o la CEOE de Díaz Ferran, abundan los ejemplos de instituciones privadas, eso que viene a denominarse sociedad civil, en las que el buen hacer institucional anda muy debilitado; entidades en las que se desconoce la autocrítica y el aparato se pone al servicio del capitoste de turno sin el mínimo pudor.
Pero, lo más curioso, es que buena parte de estas entidades se dedican sistemáticamente a criticar con toda dureza la manera de hacer de los políticos y a dar lecciones de cómo mejorar la calidad de la democracia. Ello me lleva a pensar que nuestra política no anda tan mal; por lo menos está sujeta a la transparencia y el escrutinio público permanente. Es decir, un Rubiales o Diaz Ferran se hubiera visto forzado a dimitir a la primera.
Al margen de cómo acabe el esperpento, lo importante es el campeonato de nuestras jugadoras y, aún más, el coraje de Jennifer Hermoso al no aceptar ninguna martingala de los federativos. Una sociedad necesita personas como Lara y Hermoso. Nada nuevo, aquello que ya se decía en la Verbena de la Paloma: “un sujeto con vergüenza, pundonor y lo que hay que tener”. Lo que no tiene el tal Rubiales, por mucho que se atrinchere y gesticule.