El debate a tres de Televisión Española fue el debate del ausente. El ausente era Alberto Núñez Feijóo, que se negó a asistir, incumpliendo la obligación que el líder de la oposición y aspirante a presidir el Gobierno tiene con el sistema democrático. Ir o no a un debate no es un capricho que pueda uno decidir por sí solo, sino un derecho democrático de los electores que pueden darle responsabilidades de gobierno.
Era tan incomprensible la actitud de Feijóo que hasta el último momento, sobre todo al conocerse que había suspendido su agenda del miércoles, se estuvo conjeturando sobre si asistiría o no. No asistió porque la ausencia era una decisión tomada hace tiempo y favorecida por su ventaja en las encuestas, con el objetivo de no arriesgar más de lo necesario.
La razón principal de la ausencia es, según el PP, que Feijóo está contra la política de bloques y no quería contribuir a que en el debate se vieran los dos bandos (derecha e izquierda) enfrentados. Pero, si ese era el objetivo, no lo consiguió porque tanto Yolanda Díaz como Pedro Sánchez no dejaron de citarlo numerosas veces alineándolo con el dirigente de la extrema derecha, Santiago Abascal. Especialmente incisiva estuvo en este aspecto la líder de Sumar, quien habló en reiteradas ocasiones de Feijóo, “representado hoy aquí por Santiago Abascal”.
La otra excusa para no asistir, esta mucho más ridícula, era que en el debate no participaban los aliados de Sánchez, ERC y Bildu. Al debate, simplemente, TVE había invitado a los “cuatro grandes”, es decir, a los dos partidos de los que puede salir el presidente del Gobierno y a los otros dos que les siguen en representación parlamentaria. Lo mismo que había ocurrido en el pasado, con los debates a cuatro con representantes del PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos.
Feijóo admitió ayer que, pese a no acudir, fue el candidato más citado en el debate, pero eso no significa que se arrepintiera de no comparecer. Tenía razones para ello porque el debate fue mucho más calmado y tranquilo que el cara a cara, en el que los participantes pudieron exponer sus programas, sin ruido que impidiera entenderlos, y Abascal se arrogó toda la representación de la derecha con una amplia exposición de su estrafalario programa, pero hecha en tono moderado.
Frente al Abascal más calmado, Sánchez y Díaz mostraron su complicidad, incluso en el trato personal, y se repartieron los papeles: un presidente del Gobierno más institucional y una vicepresidenta martillo de Vox, a cuyo líder no le dejó pasar ni una, sobre todo en la cuestión de la violencia machista y en la denuncia de su delirante programa económico, incluyendo la negación del cambio climático. Los denostados aliados de Sánchez, ERC y Bildu, fueron escasamente mencionados.
Hubo mentiras, pero muchas menos que en el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, que fue la apoteosis de las falsedades, las medias verdades y las manipulaciones. Desde ese día, el 10 de julio, la mentira se ha convertido en el tema dominante en la campaña, con el resultado de que al candidato del PP le ha rebotado en la cara la estrategia seguida hasta entonces de denunciar las “mentiras del sanchismo”.
La reaparición de las relaciones de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado ha sido una nueva prueba de la impasibilidad con que miente el candidato del PP. Entre finales de los años 80 y 1994, cuando Feijóo empezó a frecuentar a Dorado, se habían publicado decenas de informaciones y reportajes sobre los negocios de contrabando de tabaco y presuntamente de droga del narco. Pese a ello, Feijóo siempre ha negado que supiera a qué se dedicaba su amigo. Este mismo miércoles dijo que no sabía nada porque no existían ni internet ni Google.
En el cara a cara, Feijóo mintió mucho más que Sánchez y solo le faltó el patinazo en La Hora de La 1 al enfrentarse, con un rictus de soberbia, a la periodista Silvia Intxaurrondo, que le rebatió la mentira de que el PP había revalorizado “siempre” las pensiones de acuerdo con el IPC. Incumpliendo lo que prometió en el programa, Feijóo no solo no ha pedido disculpas pese a estar equivocado, sino que matizó su error con circunloquios con la boca pequeña y con nuevos ataques al “mentiroso” Sánchez.
A lo máximo que llegó Feijóo es a reconocer no una mentira, sino una “inexactitud”. Tendría que leer un tuit del filósofo Daniel Innerarity, que dice así: “Una mentira puede ser muy exacta, exactamente falsa. Llamar inexactitud a la mentira tiene la misma voluntad de engañar que la mentira. Es mentir por segunda vez”.