Embarrada, tensa, bronca, fue una discusión ininteligible, plagada de reproches y no pocas mentiras. El debate reflejó el estado de ánimo de la política española, el de dos candidatos irreconciliables y dos Españas que se detestan profundamente. Una lástima porque, más allá de que Alberto Núñez Feijóo estuviera más sereno frente a un Pedro Sánchez que no supo sacar ventaja de sus mayores conocimientos en tanto que presidente del Gobierno, el debate no aportó nada. Los protagonistas no se escucharon y solo jugaron a desacreditar al rival con interrupciones constantes. Eso suele ocurrir en debates con la participación de todos los candidatos en liza, que acaba convirtiéndose en un auténtico guirigay, pero no era lo que esperábamos de un cara a cara entre los dos únicos líderes que pueden encabezar el próximo Ejecutivo en España. El candidato popular salió ganador, pues con empatar le bastaba para intentar cortar en seco la remontada socialista. Pero no está claro que el duelo haya resultado decisivo, ya que fue muy difícil de seguir para el televidente, más aún para el indeciso, y en cuanto a la audiencia, aunque tuvo un share del 46,5%, fue visto por cuatro millones menos que en 2015.
Sánchez, nervioso, fue incapaz de noquear a Feijóo, que demostró mucho más aplomo, apabulló a su contrincante con datos, maquillados o directamente falsos, y se reveló como un político extraordinariamente correoso. En términos de imagen pública, el popular salió fortalecido porque pareció suficientemente preparado. El mayor error del candidato socialista fue insistir tanto en Vox, hasta un extremo que resultó cansino, y que puede ayudar al líder popular a concentrar voto útil de la derecha y el centro, como ya ha pasado en las elecciones autonómicas de Andalucía y Madrid. En definitiva, el debate fue la repetición de las descalificaciones que llevan lanzándose desde hace meses, y no va a servir para movilizar al electorado, lo cual es inequívocamente malo para el PSOE y, en cambio, bueno para un PP que ya tiene a los suyos muy motivados. Menos mal que no vamos a tener seis debates como este. Con uno basta y sobra. Lo mejor de todo es que, hasta el 23 de julio, queda mucha campaña por delante, y hay tiempo aún para escuchar propuestas de futuro. En cuanto al resultado, el escenario más probable es una victoria de la derecha, aunque lejos de la mayoría absoluta, según la media de las encuestas a fecha de hoy, lo cual nos llevaría a un bloqueo y, consecuentemente, a una repetición electoral, que sería la tercera desde 1978, como ya ocurrió en 2016 y 2019.