La heroica ciudad que tan valientemente resistió a los invasores franceses durante la guerra de la Independencia tiene otros motivos para estar orgullosa de sí misma:

No sólo es la capital de la provincia más rica –o poco le falta— de toda España.

No sólo es una de las más amenas y bellas en cuanto a paisajes y climas.

Ahora, además de esos atributos que la distinguen, es la única ciudad que puede jactarse de tener como alcalde a un militante de la CUP, o sea un militante “antisistema” pero, eso sí, en alianza con el stablishment de toda la vida: Junts y ERC.

Sonaría todo esto absurdo, como confiarle la vara consistorial a Ubú, el personaje estrafalario de Jarry, conocido por su “merdre!”, si no fuera porque Lluc Salellas, el flamante alcalde, es vástago de una de las familias “bien”, una de las poderosas familias gerundenses. Lluc infunde confianza en los ciudadanos pudientes y en la gente de orden. Será antisistema de corazón, y agitará banderas fieramente, pero seguramente no jugará con las cosas de comer.

De entrada, ya ha hecho unas declaraciones que resumen toda la esperanza y confianza que pueden tener los gerundenses en su gestión. Los consabidos propósitos de viviendas para todos, reducción del número de pisos turísticos, persecución implacable al uso de la lengua castellana fuera de las letrinas e incluso dentro de ellas, freno al cambio climático, etcétera. Pero todo eso es de relativo interés.

Más interesante es que se jacte de que calza alpargatas –las clásicas espardenyes de vetes— porque, según ha declarado a El Diari de Girona, este calzado le recuerda de dónde viene. Sus orígenes. Está muy bien.

En Gerona, desde luego, tienen suerte con los alcaldes. Recuerdo al eterno (20 años) alcalde socialista Nadal de un almuerzo de prensa en 1995, cuando aspiraba a ser presidente de la Generalitat por el PSC y desbancar a Pujol. Viéndole comer a dos carrillos, pensé que, si no de alimentos terrestres, le faltaba “hambre” de poder. Y salí del restaurante pensando que para qué iban los catalanes a votar a Nadal, si pensaba casi exactamente igual que Pujol y parecía más pánfilo. En efecto, perdió, y ahora funge como conseller en el gobierno de la ERC. E la nave va.

Después vinieron otros alcaldes y alcaldesas más o menos oscuros, aunque íntimamente arrauxats, entre ellos el mismo Puigdemont, actualmente notorio fugitivo de la justicia, residente en Waterloo, Bélgica.

Ahora, el joven Lluc Salellas. Nos alegra que tenga no sólo fuertes y claras convicciones, sino también una trayectoria intelectual formidable.

Como ya hemos dicho, “les espardenyes de set vetes” las considera “mi calzado de gala”, ya que “me enraízan con la tierra y con mi catalanidad”.

Si le preguntan por su plato preferido, no vacila: “el pa amb tomàquet!”.

Y si se puede regar, no está el amigo Lluc para disquisiciones enológicas, le vale con “un buen vino de la tierra”. Tenemos aquí a un patriota sólido y coherente.

En cuanto a su formación política, es irreprochable. Ha estado vinculado a múltiples entidades y asociaciones de la ciudad. Formó parte de la Plataforma Revolucionària d'Estudiants de Secundària, y participó activamente en las primeras asambleas del Centre Social Els Químics y del casal independentista El Forn.

Pero, según cuenta a un digital de su cuerda, quizá le han marcado más profundamente, en su compromiso político y social Els Diables de l'Onyar (entidad de fuegos artificiales para fiestas y verbenas), la Assemblea de Joves del Gironès, y las tardes pasadas conspirando en La Fusta y el Museu del Vi, dos restaurantes donde uno puede tener la garantía de que nunca se quedan cortos de pan con tomate.

¡Con este bagaje ciertamente los gerundenses pueden decir que tienen el alcalde que se merecen y un profesional que hará que se hable de su ciudad! ¡Al tiempo! ¡Les felicitamos muy cordialmente!