A los informes regulares de Cáritas que muestran cómo la pobreza va arraigando en nuestro país, esta semana se añadía la Unión Europea que, a través de Eurostat, indicaba que el 26% de la población española se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social; un enorme colectivo de personas que padecen privaciones materiales o carecen de perspectivas laborales.

Un genuino drama que se agrava si tenemos en cuenta que la pobreza ya se transmite de padres a hijos; dejó de ser el caso del inmigrante que llega sin nada o del nacional que cae en desgracia, sino que se trata de familias enteras que van sucediéndose en la miseria generación tras generación.

Un arraigo muy preocupante de la pobreza, que puede convertirse en irreversible si se consolidan determinadas dinámicas sociales, como la creciente huida de las clases medias a lo privado, en servicios tan esenciales como la sanidad y la educación. Así, en el pujante Madrid de Díaz Ayuso, resulta que cerca del 40% de la población de la comunidad dispone de seguro médico privado, mientras que, en su capital, sólo un 40% de los niños y jóvenes estudian en centros públicos; un porcentaje muy inferior al 81% de media que se da en la Unión Europea.

Es decir, de seguir así, una mayoría de los ciudadanos de Madrid, la comunidad autónoma que más destaca por su privatización, se habrá acogido a la sanidad y educación privada lo que, inevitablemente, conllevará el creciente deterioro de estos servicios públicos troncales en cualquier sociedad avanzada. Y lo que en Madrid se da en caso extremo también sucede, aún con menor intensidad, en las grandes urbes del país.

Vamos camino de aceptar con toda naturalidad, la existencia de una bolsa consolidada y muy numerosa de personas que no saben del mínimo bienestar; que nacen y viven al margen, procurando no afear los barrios más elegantes. Además, todo apunta que las urnas irán refrendando, cada vez más, el discurso conservador a favor de lo privado; entendido éste como genuina muestra de la libertad de elegir. A mí me suena a cínico.