Desaparece Berlusconi, il Cavaliere sedicente, que hace años proyecta huellas residuales en puntos de la Cataluña montaraz. El 28M ha desparramado manchas de aceite menores, pero inquietantes, ante las que el president Pere Aragonès reacciona hablando de “pararle los pies a la extrema derecha”.
El president explota el famoso infotainment en el momento de remodelar el Govern, sin dedicarle ni un segundo a la independencia, pero con el teatrillo antifacha. Llama la atención. Después de 10 años increpando a la historia, se hace el desentendido delante de los tres nuevos consejeros de la Generalitat –Anna Simó, David Mascort y Ester Capella— que recogen sus carteras evitando prometer fidelidad a la Carta Magna “por imperativo legal”, como hizo en su día Oriol Junqueras. Por lo visto, si las circunstancias varían, la amabilidad protocolaria con rango de ley se camufla: Simó y Capella, sin mentar a la bicha, prometen el cargo, mientras Mascort solo lo acepta. Y, en el discurso de recepción, Aragonès les pide a los tres que “cristalicen las transformaciones” –¿cuáles?— y que planten cara “a la amenaza de la extrema derecha”. Puntazo.
La rebelión impostada del hotelero de Pineda de Mar llega tras conocerse que Junts per Catalunya se sumará al pacto impulsado por ERC, PSC y CUP para evitar que en Ripoll (Ripollès) gobierne Aliança Catalana, la formación ultra de convicciones indepes, ganadora en las municipales y liderada por Sílvia Orriols. Junts ha desautorizado a su presidenta, Laura Borràs, quien había apostado por dejar “gobernar a la lista más votada”; es decir, Aliança Catalana. Ay, ay, Adéu-siau, turons, per sempre adéu-siau... dice aquella Oda, patéticamente emperifollada en tardes de salón de té, piano de cola y polca. Laura y Sílvia encajan con el paisaje y el paisanaje de Bonaventura Aribau, el letrado y vate que, en 1833, proclamó la Renaixença en el diario El Vapor. Por suerte, Míriam Nogueras, la candidata al Congreso de Junts, impone en el último momento un cordón sanitario y detiene el impulso berlusconiano de Borràs.
Qué peligro tienen los altos macizos y los páramos verdes. Los dirigentes locales de Junts, en Ripoll, estaban dispuestos a respaldar a la formación bizarra de Orriols, herencia de Josep Anglada, el jefe del movimiento de extrema derecha de Vic, Som identitaris, que el pasado 28M volvió a obtener representación en el consistorio de su ciudad. Estos pedazos de autoritarismo nacionalista siguen la trayectoria del catalanismo eugenésico del doctor Robert (no el de la canción de los Beatles, sino el de la Lliga Regionalista) y de Heribert Barrera, expresidente de ERC; componen el mosaico de la Cataluña de Berlusconi, el conglomerado racial de los que aceptan a los ultras, mientras sean catalanes.
Ripoll no es un caso único. El mensaje xenófobo ha calado en otras localidades del interior, donde Aliança ha obtenido también representación, como Manlleu (Osona), Ribera d’Ondara (La Segarra) o en La Masó (Alt Camp), este último con la mayoría absoluta del Front Nacional de Catalunya (FNC), el de la Cataluña “independiente, rica y segura”, usurpador de las siglas del histórico partido creado en 1940 en París por exiliados de Estat Català.
En conjunto, una Galia Cisalpina, la Neopatria de Berlusconi, con un pie en el Quirinal romano y el otro en la Fortaleza milanesa de los Sforza. Cuando Napoleón Bonaparte llegó al río Po, izó la tricolor afrancesada que un día acabó siendo la bandera de la república italiana.
En España, entre el nacionalismo del norte y el del centro hay el mismo denominador común: el autoritarismo que enlaza la nación ontológica de Vox con la Cataluña fuerte y xenófoba. Si eso es lo que teme Aragonès al hablar de detener a la extrema derecha que revise su ideología; y se lo haga mirar.