En comunicación política lo importante es la señal frente al ruido. Hay que abstraerse del ruido para enviar un mensaje diáfano a los votantes. Si te enredas en el ruido el mensaje se diluye y solo llega la polémica, lo que repercute negativamente en la percepción ciudadana. En estos días, los comunes de Colau han sido víctimas del ruido porque sus mensajes han quedado nublados por la pregunta constante: “¿Eres de Pablo o Yolanda?”. La indefinición del espacio a la izquierda del PSOE demuestra que fue un grave error la presentación de Sumar antes de cerrar los acuerdos de Podemos. Lo más conveniente hubiera sido presentar la nueva formación después de las elecciones municipales. Hacerlo antes, con prisas, ha enredado a la salsa de candidaturas de la izquierda --esa manía de cambiar de nombre en pueblos, ciudades y autonomías también es un elocuente ruido-- en el fango de una polémica que rompe la estrategia de lanzar mensajes nítidos.
Algo similar le está sucediendo a Trias, pero en general a Junts per Catalunya y al conjunto del independentismo. En estas elecciones se vota en clave local, sobre propuestas concretas en cada pueblo y ciudad. Sin embargo, el mundo independentista está atenazado por su particular “apoyas a Laura o no”. El más perjudicado con la polémica se llama Xavier Trias, el candidato que quiso eliminar el ruido del independentismo radical de su campaña para hablar de Barcelona y solo de Barcelona. No lo ha conseguido hasta ahora. Clara Ponsatí, que además llama a no votarlo, y Laura Borràs están siendo sus “cenizos” particulares. Sus mensajes quedan diluidos en la polémica del momento sobre la continuidad de una señora condenada por corrupción, por mucho que se envuelva en la bandera y se autoproclame perseguida por el Estado.
La única que podría parar el ruido es la propia Borràs, pero a esta le pesan más sus intereses que los que en teoría tiene el que todavía es su partido. Los que quieren centrar el tiro en las municipales se sienten incómodos porque no quieren un debate sobre el independentismo. En ERC tampoco se encuentran a gusto. Los republicanos quieren posponer cualquier debate hasta después de las elecciones y, por eso, la presidenta sustituta del Parlament, Alba Vergés, está mareando la perdiz. Lo único claro es que la desobediencia no existirá, pero de momento se marca unos postureos porque no olvidemos que la presidenta sustituta es candidata por Igualada.
Trias y los partidarios en Junts de volver a las instituciones recuperando el poder territorial y la presidencia del Parlament se encuentran huérfanos. El debate no se centra en temas concretos, sino en el tema nacional, o mejor dicho, en Laura Borràs, la máxima exponente del “partido tirado al monte”. La sangre no llegará al río al menos hasta después del 28M y siempre en función del resultado. Los contrarios a Borràs hasta el día de las elecciones harán mutis por el foro, pero nadie se desmarcará. Trias es el que marca la pauta y se ha convertido en este tema en el héroe del silencio, aunque algún tuit se le ha escapado, o se le ha obligado a hacerlo, para defender una integridad de Borràs en la que no cree.
Tampoco el PSOE, que no el PSC, está exento de ruido. El fiasco del ministro Bolaños haciendo el ridículo del 2 de mayo ha sacado a Isabel Díaz Ayuso de su ruido en sanidad, del hundimiento de casas en San Fernando de Henares por las obras del metro, o de los pésimos servicios de la Comunidad. Bolaños de un plumazo ha centrado la campaña en un “Madrid o Sánchez”. El ministro hizo patente que perdió la autoridad y Ayuso, con malas artes, le metió en el fango y dejó sin discurso a PSOE, Podemos y Más Madrid. ¡Olé, ministro! ¡Qué arte!
Lo único positivo para los socialistas es que Feijóo ha quedado noqueado. Ayuso es la que manda y punto. Él simplemente fue un convidado de piedra que tras la humillación de Bolaños se vio el siguiente de la lista. Si los resultados del 28M no son buenos, una victoria amarga, porque no recupera comunidades y alcaldías de manera significativa el ruido será ensordecedor en la calle Génova. “Feijóo o Ayuso” será la pregunta del millón que ya corre como la pólvora en los cenáculos madrileños. En Madrid no afecta porque el entusiasmo con la presidenta es desmedido, pero fuera de Madrid puede ser un lastre, porque por mucho que diga Ayuso Madrid no es España. Ya ven, ruido y más ruido.