Cerca ya las elecciones municipales, la carrera por la alcaldía de Barcelona va adquiriendo intensidad y emoción, incapaces las encuestas de señalar quién puede resultar el candidato más votado. Unas elecciones fundamentales para la ciudad y para la redefinición del mapa político catalán, aún heredero de los años más intensos del procés. Y, también, para la política española, convertidos estos comicios en antesala determinante de las cercanas elecciones generales. En estas circunstancias tan complejas, la batalla por Barcelona está resultando especialmente sensata y oportuna.

Así, a diferencia de las anteriores convocatorias, el procés no sobrevuela ni la campaña ni las propuestas de las principales formaciones que concurren. En las dos anteriores, la incidencia de la política catalana resultó determinante. Es cuestión de recordar cómo, hace ocho años, en sus primeras declaraciones tras perder las elecciones, Xavier Trias se dirigía a Artur Mas con un “me sabe mal por ti, president”, en clara muestra de poner Barcelona al servicio del procés. Asimismo, en 2019, los votos de Manuel Valls permitieron elegir alcaldesa a Ada Colau, para evitar un gobierno municipal de corte independentista.

A su vez, en la mayoría de comunidades y grandes ciudades españolas la campaña viene marcada por el radical enfrentamiento entre derecha e izquierda, o entre unos y otros dentro de una misma corriente politica; así la batalla entre Podemos y Sumar o el alcance de la victoria de Ayuso que, en función de las circunstancias, le puede dar alas en su determinada carrera por salvar a España de las manos del “chavista” Pedro Sánchez. Nada de esto ha marcado estas semanas de precampaña barcelonesa.

Afortunadamente, el debate se está centrando en la ciudad, en sus carencias y sus proyectos de futuro; puede resultar más o menos estimulante, pero las prioridades son las de Barcelona. Esta recuperada sensatez puede resultar de diversos factores, entre ellos la conciencia colectiva de que la ciudad ha perdido dinamismo y presencia, será por culpa de la alcaldesa, del procés, de la élite empresarial o de lo que sea. Ahora se trata de discutirlo y entrar en una nueva etapa. Parece que en eso estamos. Veremos lo que dura.