La primavera nunca me ha sentado bien. Se supone que cuando los días se alargan, los abrigos desaparecen y los jardines florecen, una debe sentirse más alegre y entusiasta, pero yo me siento más cansada y baja de ánimos. Este fenómeno —¿astenia primaveral?— se esfuma con la llegada del verano. Entonces es cuando empiezo a quejarme del calor infernal y de los mosquitos, pero ya con la energía y vitalidad de siempre.

Para romper con mi letargo primaveral, la semana pasada me regalé un par de días de vacaciones en el Empordà con una amiga —cada una en su habitación de hotel— con el objetivo de hacer excursiones y ver una serie, un placer que no puedo permitirme cuando estoy en casa con mi hijo (cuando se duerme estoy ya tan cansada que me da pereza encender el televisor).

“Las series son el secreto de la felicidad”, me repetía a mí misma mientras me tragaba los ocho capítulos de Fleishman está en apuros (Disney+) tumbada en pijama en la cama de mi habitación.

La serie no solo me enganchó, sino que abordaba un tema que me toca de lleno, porque va de tres amigos de la universidad que retoman el contacto en el momento que atraviesan la crisis de la mediana edad. El protagonista, Toby Fleishman, médico en un hospital de Manhattan, acaba de divorciarse, y su exmujer (Claire Danes) se ha esfumado de un día para otro, dejándolo a cargo de los niños. Libby, que aspiraba a ser una gran reportera, siente envidia al ver que su inocente amigo Toby, que en la uni no se comía un rosco, ahora no para de tener citas gracias a las apps de dating, y se da cuenta de que su nueva vida de mujer casada y ama de casa en un suburbio residencial de las afueras de Nueva York no la satisface. Y Seth, el amigo soltero y guaperas, está cansado de su vida sin responsabilidades y se autoconvence de que para ser feliz tiene que encontrar novia y casarse, a pesar de las crisis matrimoniales que ve en sus dos mejores amigos.  

Sin hacer destripes, me limitaré a decir que lo que más me ha gustado de esta serie es constatar que, por un lado, todos los seres inmaduros de clase acomodada e infancias felices como Toby, Libby, Seth o yo, llegamos a los 40 quejándonos de nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestras obligaciones, nuestras relaciones o no relaciones… y no asumimos demasiado bien que si hemos llegado hasta ahí es por una suma de decisiones que hemos tomado nosotros solitos.

“No me daba cuenta de que mi verdadero poder entonces era que no tenía obligaciones… No puedo creer el poco tiempo que lo tuve y lo rápido que lo abandoné”, dice Libby, mi personaje favorito, en permanente nostalgia por sus años de juventud. 

Por otro lado, la serie me ha recordado lo “guay” que es quedar con los amigos de la universidad, los que te recuerdan cómo eras antes de convertirte en un adulto aburrido. Los que te recuerdan por todo lo que querías ser, y no por lo que te has convertido.