Laura Borràs empieza a buscarse una forma de ganarse la vida fuera de la política, y de momento ha hecho sus pinitos como rapsoda. No es que sea una profesión muy bien remunerada, pero más triste es de robar, e incluso más triste es de fraccionar contratos, y de algo hay que comer. Su debut fue el pasado viernes en el Parlament, supongo que eligió este lugar porque ha sido su casa durante unos años y ahí se siente segura, es mejor empezar en un lugar conocido, por aquello de los nervios del principiante. Podía haber elegido también el Instituto de las Letras Catalanas para su presentación en público, pero debió pensar --con muy buen criterio-- que alguien con buena memoria podría acordarse de que fue allí donde cometió los delitos por los que ha sido condenada.
Aprovechando que en el Parlament celebran Sant Jordi recitando textos, la rapsoda Borràs leyó ahí un poema de Rosa Fabregat que dice hoy no tengo miedo, hoy soy aire, fuego y agua. Toma la tierra, es tuya, siguió después con la poesía, dando pie a que --tratándose de Borràs-- más de uno pensara que tierra no era sino un eufemismo para hablar de contratos: tómalos sin miedo, son tuyos, que yo te los fracciono.
Las urgencias disculpables en todo aprendiz de rapsoda impidieron a Laura Borràs encontrar poemas más acordes con su situación venidera. Seguro que en próximos recitales dejará de lado a Rosa Fabregat y se decantará por otros poetas que reflejan de forma más fehaciente la vida que le espera. Marcos Ana, sin ir más lejos, dejó magníficos versos que en boca de Borràs sonarían creíbles y auténticos: Breve es el diccionario de los presos. Tiene palabras frías como espadas: Recuento. Muros, cerrojos. El patio. Celda. Sancionado. O aquellos otros: Por eso aquí entre rejas, en diecinueve inviernos perdí mis primaveras.
El propio Fray Luís de León empieza un magnífico poema diciendo Aquí la envidia y mentira me tuvieron encerrado, lo que viene a ser el único argumento de defensa que tiene Laura Borràs, quien sabe si el religioso renacentista escribió sus versos pensando en ella. En todo caso, le faltó añadir que la culpa es de la justicia española, que va contra los independentistas. Incluso Shakespeare escribió un soneto en el que ya predecía la soledad actual de Borràs, una mujer a la que ya desde su propio partido --no hay más que ver cómo la evita Trias en su campaña-- rechazan cada vez con menos disimulo. Qué explosión de sinceridad y de literatura supondría escuchar a la expresidenta recitar lloro mi soledad y mi triste abandono, y turbo el sordo cielo con mi estéril lamento, y viéndome a mí misma, maldigo mi destino. No se entiende como, teniendo a mano poemas --atendiendo su situación-- tan realistas, prefirió a Rosa Fabregat, que no digo que sea mala poeta, pero Borràs merece mucho más. En fin, tiempo tiene para pulir esos pequeños defectos la futura rapsoda.
Más allá de poemas que reflejan su triste situación, la rea Borràs podría aprovechar próximos recitales para tratar de influir en los corazones más sensibles, para dejar entrever que detrás de la que fue presidenta del Parlament, hay una dama que sufre. Esas cosas siempre tienen éxito, y aunque no le sirvan para que los recursos sean estimados, tal vez consiga algún aplauso del público. Para ello, nada como Rubén Darío, nada como Borràs gritando desde el atril, mientras suelta alguna lágrima la princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, entiéndase silla de oro como sinónimo de la presidencia del Parlament, ni que sea por el sueldo que lleva aparejado.