Tuve la oportunidad de compartir velada con la lengua suelta de la señora Míriam Nogueras en Madrid hace ya tiempo. Fue una jornada enormemente ilustrativa para todos los participantes en el encuentro, que nos dejó atónitos ante el bajo perfil y el ínfimo nivel intelectual de esta representante de Junts por Catalunya en el Congreso de los Diputados. Su capacidad de análisis político de la realidad y conocimiento de nuestro pasado inmediato sorprendió negativamente a los asistentes cuando, con esa actitud vehemente y soberbia que la caracteriza, fue incapaz de responder a la pregunta que un acertado caballero le hizo sobre si conocía el cometido que Suárez, Carillo o Gutiérrez Mellado tuvieron en la Transición.
La nula preparación de un representante de la ciudadanía, por muy joven que sea, sobre el pasado más inmediato de este país, te interese o no, es un hecho lamentable y debería desacreditar al personaje para cualquier cometido de representación. Es más: por responsabilidad hacia tus votantes y como imagen de un partido que pretende la ilusión de conseguir la independencia de una autonomía, no vale escudarse en tu falta de interés sobre este pasado. Desconocer lo que pasó, para bien o para mal, es gravísimo. Es de una ignorancia supina y una frivolidad propia de personas faltas de categoría como líderes. La realidad es que ese pasado, mal que le pese a la señora Nogueras, le ha dado la libertad, en esta democracia imperfecta (la democracia perfecta es una dictadura), para decir y hacer, como ciudadana y diputada del Congreso, todo aquello que se le ha pasado por la cabeza sin las graves consecuencias que habrían tenido sus palabras en un verdadero Estado no democrático.
La última sandez que ha tenido la desfachatez de soltar Nogueras en TVE con motivo de la moción de Vox es que para ella “es lo mismo que el presidente del Gobierno sea del PSOE, del PP o de Vox: tienen muchas cosas en común, y es que todos son unos patriotas españoles que ponen la bandera y la unidad del Estado español por delante de los derechos fundamentales. No queremos votar un presidente español”.
O sea, que mientras se está luchando por la fantasía de la independencia que a corto y medio plazo es evidente que no va a llegar, ¿a la señora diputada de Junts per Catalunya le da igual que gobierne una coalición progresista que ha dado los indultos, ha aprobado la ley a favor de la eutanasia, ha ratificado la ley del aborto y ha promovido la ley de pensiones mínimas vitales y dignas, entre otras cosas? Por lo tanto, ¿le importa un pimiento que en lugar de esas mejoras sociales y políticas para toda la ciudadanía (también la de Cataluña) gobierne Vox y se penalice a los inmigrantes solo por serlo, se cuestione el aborto o la ley trans o el Estado de las autonomías? Ante semejante disparate ¿cómo es posible que no salgan en tromba sus compañeros de partido, que los debe haber más sensatos, a matizar y descalificar esas declaraciones? Quiero pensar que no debe ser por aquello de “que cuanto peor, mejor” defendido con la boca pequeña por algunos descerebrados.
Señor Trias, usted que se presenta como el candidato del seny català de esa Convergencia rehabilitada ¿está de acuerdo con semejante despropósito de que para Cataluña es igual –es decir, le irá igual de bien o mal— que haya un gobierno de PSOE, PP o Vox?
Cuando se dicen estas barbaridades y nadie te corrige el que no corrige es corresponsable de las mismas palabras y blanquea a personas que están bajo su mismo cobijo ideológico y político de siglas. Habría que advertir al candidato a la alcaldía de Barcelona Xavier Trias de que no se puede disimular en todo, para con todo y esperar ser creíble.
Esta quimera de la Cataluña independiente que quieren algunos construir se merece algo más. Se merece entre muchas otras cosas una premisa muy básica: que desde la más absoluta discrepancia pueda haber un debate con líderes de nivel.
Está claro que con declaraciones como las que motivan este artículo la señora Nogueras no da, y mucho me temo no podrá dar nunca, la talla.