La caída de Credit Suisse no es comparable con la de SVB, un banco guay de gente guay, o de Signature, un banco que coqueteaba con las criptomonedas gracias a la laxa regulación norteamericana, ni en general con los bancos locales americanos con problemas que probablemente caigan en las próximas semanas. No olvidemos que “aún” quedan cerca de 5.000 bancos en Estados Unidos (han llegado a operar hace años más de 14.000). Credit Suisse es, era, uno de los bancos globales sistémicos, esos que eran demasiado grandes para caer y, además, uno de los elegidos para realizar operaciones tanto para el BCE como para el Tesoro norteamericano. Pues a pesar de su fortaleza y prestigio ha caído por tener problemas en el peor momento y, probablemente, por no ser el sistema suficientemente ágil para proteger el valor de su acción.

Desde su fundación como Schweizerische Kreditanstalt (SKA) hace 167 años le ha pasado, como a tantas empresas centenarias, de todo. Padeció un escándalo de banca paralela en la frontera italiana que le costó mucho dinero, multas por blanqueo, actuaciones difícilmente explicables durante la segunda guerra mundial, temporadas sin poder operar en Estados Unidos, fallos en sus sistemas de control, presidentes que han dimitido por espiar a la competencia o por saltarse las normas del confinamiento del Covid-19… Vamos, no ha habido charco donde no se haya metido el Credit Suisse. Y a pesar de todo ha seguido operando y siendo una referencia de solidez. Su valoración más alta se ha acercado a los 90.000 millones. La del viernes pasado no llegaba a los 8.000. Se ha vendido por 3.000.

Su último problema ha venido en el peor de los momentos. En 2022 ha reconocido unas pérdidas superiores a 7.000 millones, pero aún no ha cerrado del todo sus números por desavenencias con el regulador de la Bolsa americana, la SEC. Para enjuagar las pérdidas planteó en otoño pasado un plan de ajuste y el Saudi National Bank hizo una aportación de capital. Pero a la hora de plantear una nueva ampliación los saudís se han negado aduciendo que el regulador no les permitía superar el 10% del capital. Dudas sobre sus números y falta de apoyo de sus accionistas lo han convertido en carnaza para los bajistas. La acción de Credit Suisse se ha transformado en una auténtica montaña rusa que tan pronto ha bajado un 30% como ha subido un 20% para volver a bajar un 10%.

Ante este panorama los depositantes habían comenzado a retirar su dinero y el resto de bancos habían comenzado a no aceptar activos de Credit Suisse como garantía. Si a eso le añadimos un precio de cobertura de impago superior al de la deuda de Venezuela o Argentina, el final del banco parecía anunciado.

Credit Suisse no podía ser rescatado como lo fueron nuestras cajas de ahorros con problemas porque es más grande que el Estado en el que tiene su sede. Un FROB suizo es inviable. Suiza lo que sí ha hecho es ofrecer una línea de liquidez de 50.000 millones, ahora de 100.000, avalada por el propio banco, lo que demuestra la solidez de su balance, y como ha visto que esta ayuda no era suficiente ha apretado al primer banco suizo, UBS, para realizar una compra acelerada que en realidad es una expropiación forzosa a sus legítimos dueños.

La verdad es que la creatividad en estas crisis es muy poca. Ya tenían que estar prohibidos los cortos sobre al menos los valores bancarios en todas las bolsas mundiales, algo que ya se ha hecho en ocasiones precedentes. No tiene sentido que especuladores amplifiquen y aceleren las debacles, arruinando a accionistas y ahorradores mientras ellos se forran. Antes que llevarlo a la liquidación también se podría suspender la cotización unos días para ver si hay otros potenciales compradores. Adquirir Credit Suisse por 8, 10 o 15.000 millones sería una bicoca que debería poder ser analizada, al menos, por alguno de los otros 28 bancos sistémicos, probablemente apoyados por un megafondo.

El valor contable de Credit Suisse supera los 70.000 millones y por muy mal que estén sus controles comprar este banco por 3.000 millones es un chollo, cuando no una expropiación encubierta. Además, forzar la compra en un fin de semana solo va a generar más problemas porque quedarán flecos sin cubrir, los dueños del banco se querellarán sin ninguna duda. Y el riesgo de UBS será estratosférico, con un balance que triplicará el PIB suizo, además de producirse una concentración incompatible con el libre mercado.

Ahora queda esperar a ver quién será el siguiente. JPMorgan apunta a un par de bancos suecos, yo me inclino a pensar en bancos locales no supervisados por el BCE y seguro que más bancos locales norteamericanos. En cualquier caso, con todo este ruido la subida de tipos está tocando a su fin, si no lo ha hecho ya, y cuando pase el ruido, o cuando las bolsas decidan ponerse a trabajar y se corte la sangría, será una buena ocasión para comprar acciones de entidades que fundamentalmente están sanas, solo que algunas se han pasado de prudentes comprando demasiada deuda pública y otras muestran sus vergüenzas en el peor momento.