Permítanme, con el debido respeto y salvando distancias e idiosincrasias, que trace un paralelismo entre dos personajes que se llaman Salvador. Se cumplen 100 años del vil asesinato en pleno corazón de Ciutat Vella de Salvador Seguí Rubinat, el Noi del Sucre. Cuentan los historiadores que pistoleros de los sindicatos libres, pagados por la patronal, con la ayuda y connivencia del gobernador Martines Anido, segaron la vida del dirigente cenetista y de su compañero Francesc Comas Pagès, Paronas. Pocos meses después, el general Miguel Primo de Rivera impondría la dictadura militar con el beneplácito y el soporte político de los inductores de los asesinatos. Seguí y Comas habían liderado con éxito la huelga de La Canadenca hasta conseguir la libertad de los presos, la readmisión de los despedidos, el aumento de los salarios y la anhelada jornada de ocho horas. Logros, todos ellos, duramente denostados por Francesc Cambó y sus correligionarios de la Lliga. Algunos estudiosos dicen del dirigente libertario que fue el hombre que hizo madurar al sindicalismo tanto en el ámbito organizativo como en el ideológico. Con anterioridad a su muerte, el 19 de marzo de 1919, tras la huelga de La Canadenca, tuvo lugar un gran mitin en la plaza de toros de Las Arenas de Barcelona. Fue allí donde Seguí, ante más de 20.000 asistentes pronunció la frase "Lo tenemos todo ganado, somos los amos de la calle, pero mañana, ¿mañana qué haremos?". Gran pregunta esta en boca de un luchador sensato.
Esta semana, el Parlamento de Cataluña ha aprobado los Presupuestos de la Generalitat. La votación afirmativa ha tenido lugar tras un par de meses de intensas negociaciones protagonizadas sin desmayo por las diferentes fuerzas políticas catalanas. El silencio interesado de Oriol Junqueras ha contribuido al uso del sentido común y a minimizar la batalla de los vetos cruzados. A lo largo del debate presupuestario ha quedado patente que el PSC de Salvador Illa no estaba dispuesto a facilitar la tramitación de los números sin una negociación de manual, con resultados palpables y compromisos explicables ante la ciudadanía. Salvador Illa ha logrado colocar sobre el papel, los medios de comunicación y la opinión pública sus objetivos irrenunciables: el apoyo al proyecto de ocio tarraconense del Hard Rock, el cuarto cinturón del Vallès y la modernización y ampliación del aeropuerto Josep Tarradellas. Eso sí, todo ello sazonado con garantías medioambientales para atenuar las suspicacias de los ecologistas, y también con el beneplácito de muchos municipios y sectores económicos. El Gobierno de ERC, falto de suficientes votos parlamentarios, no ha tenido más remedio que aceptar las condiciones planteadas por Illa.
La negociación ha sido dura y ha estado a punto de zozobrar en varias ocasiones, argumentan los relativistas; cierto, pero Pere Aragonès no podía permitirse el lujo de acudir a las elecciones municipales sin las cuentas aprobadas. ERC ha constatado en la práctica que el discurso de mano tendida, y el perfil negociador de Salvador Illa, no están exentos de firmeza. Sí, la estabilidad política está, al menos momentáneamente, garantizada en Cataluña. Los republicanos gobernarán y el presidente de la Generalitat podrá viajar plácidamente hasta América Latina para saludar, como es obvio, a Xavier Vendrell, pero a la vuelta deberá lidiar con la agresividad manifiesta de Junts, el desprecio de la CUP y las críticas de la oposición más irredenta. Para un independentista en minoría gestionar la autonomía con rigor y sin soflamas secesionistas no ha de ser cosa fácil. Llegados a este punto de mini pax catalana, la pregunta que lanzó al viento el Noi del Sucre en el mitin de Las Arenas cristaliza y cobra vigencia. Es el interrogante que el PSC, con alguna variante actualizadora, puede plantearse en breve: “Lo tenemos todo ganado, somos los amos de los votos parlamentarios, pero mañana, ¿mañana qué haremos?”. Gran pregunta con enjundia y de difícil respuesta.