Que Xavier Trias no se acercara, pero es que ni de lejos, a dar apoyo a Laura Borràs cuando ésta entraba en el juzgado acusada de unos cuantos delitos a cuál más feo, es muy lógico. Nadie que pretenda hacer carrera política tocaría a la expresidenta del Parlament ni con el palo de una escoba, esa mujer se ha convertido en una apestada. Lo que me llamó la atención fue la razón que esgrimió el candidato a alcalde de Barcelona para no aproximarse al lugar donde unas docenas de fieles acompañaban a Borràs. Dijo Xavier Trías que no acudió a la concentración porque «mi trabajo no es ir a esos actos». De lo que se deduce que los que fueron a mostrar apoyo a la encausada, lo hicieron porque, en su caso sí, era su trabajo.
Se agradece a Trias su claridad, será que a sus años uno ya está de vuelta de todo y no tiene que andar con disimulos. El hombre tiene toda la razón. Que vayan a apoyar a Borràs quienes tengan ese trabajo, que los demás nos dedicaremos a nuestros currelos, de hecho, si a la inmensa mayoría de catalanes le importa un bledo el futuro penitenciario de Laura Borràs, es porque su trabajo no es preocuparse de dicha sujeta. El viernes por la mañana Trias fue a reunirse con no sé quién, mi vecino abrió el taller mecánico y yo estuve repasando unas traducciones que tenía pendientes. Y que vayan a arropar a Borràs quienes tienen este trabajo. No eran muchos, de lo que se deduce que debe de pagarlos de su propio bolsillo la imputada, los fondos de su partido estarán para otros menesteres.
No sé si el de supporter de Laura Borràs es un trabajo bien o mal remunerado, espero que la retribución sea generosa, ya que, aunque físicamente no parece exigir mucho, hacer el ridículo de tal manera supone un desgaste emocional, y eso debe contemplarlo el sueldo. No es un trabajo nuevo, de todos es sabido que algunos autores teatrales pagaban a aficionados para que el día del estreno aplaudieran a rabiar, era la famosa claque. La novedad, desconocida hasta que la reveló Trias, es que la claque se utiliza ahora a las puertas de los juzgados. Debe ser por eso que, al terminar la función, la protagonista salió a saludar, brazos alzados, al respetable. Poco respetable y encima profesional, pero hicieron lo que pudieron.
Uno no entendía que siempre hubiera unos cuantos sujetos a la puerta de los juzgados, dispuestos a vitorear a los acusados del procés. «¿Pero es que esta gente no trabaja?», me preguntaba yo. Al fin he sabido que sí, por supuesto que trabajan, su trabajo es precisamente este. Al desgaste emocional antes mencionado, hay que sumarle el esfuerzo intelectual, porque se acumulan los juicios a independentistas del montón --no contra los líderes, que ya fueron indultados y no se preocupan de los que van a pringar-- y no es tarea sencilla llevar una agenda con todas las vistas programadas sin equivocarse de juzgado y de sala. Falta saber --habrá que preguntarle a Trias-- si estos trabajadores cobran a tanto el juicio, o si perciben un fijo anual de catorce pagas. Las vacaciones las hacen en agosto, ahí sí que no hay dudas, que es cuando cierran los juzgados.
De todas formas, estaría bien que se diera a conocer con exactitud la plantilla de estos obreros de la claque judicial. No sería extraño que una buena parte de los que el viernes estaban a la puerta del juzgado fueran amateurs. Igual que hay quien va a un entierro solo para comprobar que el muerto esté bien muerto, seguro que unos cuantos de los que parecían seguidores de Borràs, estaban ahí para cerciorarse de que se sentaba por fin en el banquillo.